Lo malo es cuando la adolescencia se alarga. Por ejemplo, al director de cine Fernando Colomo se le ha alargado hasta la cincuentena. Entrevistado por Amilibia en La Razón, Colomo defiende su actual serie televisiva sobre los años 80, que emite Tele 5. Los cincuentones hablando sobre los años ochenta que, según palabras de Colomo, afirman que fue la época de la esperanza, supongo que porque fue la década prodigiosa de Felipe González y los socialistas. Cuando le piden que concrete esa esperanza, no duda: Nacen los nuevos comportamientos sexuales, llega la droga. Lo dicho, la época de la esperanza.
Y sigue: Nos quitamos las telarañas, la caspa, apareció el color (originalísimo eso de que nuestros padres vivieron en blanco y negro) Salían artistas por todas partes. Claro que ya no quedan muchos, se fueron quedando por el camino por el sida, por las drogas. No sabía yo que la limpieza de telarañas, la higiene capilar y la televisión en color producían esos efectos colaterales.
El periodista indaga en busca de un asomo de autocrítica:
-¿Qué no tendría que haber pasado y pasó?
-El sida, la heroína insiste el interpelado.
Pero, ojo al dato, la explicación no es que aquellos años ochenta los progres hicieran lo que no debían. Simplemente, nos habían dicho que todo aquello era tan malo que queríamos probarlo.
Ya saben, el viejo dicharacho aplicado a los adolescentes:
-Daniel, hijo, vete a la escuela.
-¡No quiero ir!
-Bueno, pues no vayas
-Pues ahora voy.
Esto es: Estamos muy orgullosos de todas las estupideces que hicimos y que nos han traído hasta aquí (los que llegamos), a nuestro hastío presente que sólo sabe vivir de la nostalgia de una época que mejor sería olvidar.
Pura adolescencia. Adolescencia de la progresía cincuentena, que controla los resortes de poder económico y cultural e informativo. Lo cual no deja de ser un detalle ligeramente molesto. Además, le puedes propinar un cachete a un adolescente de 15 años, pero no a un progre cincuentón. Te podría denunciar por violencia de género cultural.
Eulogio López