Lo de la presencia real de Dios en la eucaristía, convertido en pan y vino sensibles, es todo mentira, y buena prueba de ello es el problema de los celiacos y el gluten. En mi ponderada opinión de periodista progresista y librepensador -cómo no había de ser ponderada si la emite un progresista-, concluyo que lo que deberá hacer el progresista y muy pensador Gobierno Zapatero es prohibir la misa por discriminatoria con los celiacos. Hay que avanzar en derechos para todos, señores. Primero fue el problema de la comunión frecuente Un grupo de sesudos científicos británicos -no necesito añadir que progresistas: si son científicos tienen que ser progresistas- describió que la comunión frecuente podría causar males horribles en el metabolismo de los fieles -bueno, de los supersticiosos que frecuentan la cavernícola ingesta-. Más tarde -Castilla-La Mancha- Pedro José Ramírez, director de El Mundo, uno de los periódicos más ‘progresísticamente' acreditados de la derecha liberal española -no, no es una contradicción ‘in terminis', lo de derecha y liberal; si no, pregunten a Pedro José- puso en sustillo a un repugnante párroco que se negaba a que un probo niño -seguramente progresista- tomara la primera comunión sin tomarla, sin consumir pan. Ahora ha surgido otro caso en Huesca -lo que prueba la contumacia de los retrógrados empeñados y su empeño recalcitrante en que el tal pan, que sabe a pan, es el cuerpo de un hombre crucificado y resucitado hace 2.000 años- con un pobre niño -cuyos progenitores, sin duda, votan a partidos progresistas como el PP, el PSOE o el mismo PAR- y que se encuentra en la misma dramática tesitura: es celiaco y quiere hacer la Primera Comunión, que es fiesta diver y con muchos regalos. Y claro, los curas, como siempre, privándole al infante de un inmerecido momento de felicidad: ¡Canallas! Prohibir la eucaristía resulta muy fuerte porque supondría darle una importancia que la progresía imperante prefiere ignorar. Por tanto, la estrategia consiste en aprovechar cualquier escándalo, por ejemplo, el numerito del gluten, para poder poner en solfa la eucaristía, mientras se profundiza en una estrategia más profunda, más a largo plazo, consiste en dos cuestiones: 1. Aprovecha la escasa fe de los creyentes en la presencia real de Dios en el Sagrario. Está clarísima. Si muchos de los que acudimos a misa creyéramos, de verdad, que el ser que es la existencia, el único que crea, que llama de la nada al ser, el creador, redentor y padre, está oculto en un cajón hecho por hombres, no osaríamos pasar por delante de él sin, de hinojos, adorarle; no osaríamos dejar de comulgar ni un solo día, no dejaríamos de arrodillarnos en el momento de la consagración, etc. 2. Y más importante: Intentar que cada vez haya menos eucaristías. No olvidemos que todos los autores milenaristas -los serios, y, en ocasiones, hasta los iluminados- apuntan que, cuando dejen de oficiarse la eucaristía, vendrá el fin. En buena lógica, tenemos derecho a sospechar que el empeño en reducir las eucaristías o en celebrarlas en privado, en no aprovechar todas las posibilidades de celebración del sacrificio que otorga la Iglesia, etc. Pero, en el entretanto, podemos tocar las narices con los celiacos. Por cierto, muy loable las molestias que se ha tomado el Obispado de Huesca, pero para mí la cosa podría haberse arreglado de forma más simple: que comulgue bajo la especie de vino. Claro que, entonces saldría la sección puritana de la progresía para rasgarse las vestiduras ante un niño que toma -¡el Estado no lo permita!- una gota de vino por lo menos de 12 grados, Por cierto, si la progresía no cree en la transustanciación, ¿por qué le preocupa tanto la eucaristía? Ya se sabe que nada más clericalón que un comecuras. Y así algunos ayuntamientos y algunos restaurantes organizan primeras comuniones civiles. Jueves Santo: día del anonadamiento de Dios. O sea, todos los días. Eulogio López eulogio@hispanidad.com
La comunión en la mano no es más que la vanguardia contra la supresión de la Eucaristía
15/12/24 15:00