Parece que no gusta mi idea de votar en blanco el domingo 22 (soy asturiano pero voto en Madrid).

La mayoría de las reacciones llegadas a Hispanidad van en el camino del mal menor, en materia política conocida como 'voto útil'. En España, ahora mismo, podríamos resumirlo así: "Si no votas al PP seguirá Zapatero". Como los esfuerzos inútiles provocan melancolía, renuncio a rebatirlo. A fin de cuentas, el voto útil es lo que ha llevado al anquilosamiento ideológico del país y sobre todo, a la descristianización de España en aquello que depende de la esfera pública (que, afortunadamente, no es el elemento sustancial. El futuro del cristianismo no depende de la política sino de las personas).

Pero hay otras reacciones. Por ejemplo, las del candidato Eduardo G. de Cabiedes, que me escribe desde Navarra. Sí, puede que lo que más se parezca al voto católico sea el PP, pero mire usted, el problema es que la nota de los obispos madrileños no hace más que repetir el esquema lanzado por Benedicto XVI, los ya famosos, y universales, Principios No Negociables, que afectan, no sólo al voto de los católicos sino a los católicos que se meten en política. Mire usted don Eduardo: como su mismo nombre indica son valores no negociables. Me es igual que Esperanza Aguirre no albergue la sutil intención de quemar iglesia, y Tomás Gómez a lo mejor sí, pero si Aguirre financia el 30 (según los abortistas, el 80%) de los abortos que se perpetran en los abortorios madrileños, yo no puedo respaldar con mi voto a Esperanza Aguirre. Y no, no se lo exige la ley como ya hemos demostrado en este periódico. Y si el acalde Gallardón se dedica a casar gays y la Iglesia asegura que la protección de la familia es un valor 'no negociable' no puedo votar a Gallardón aunque exista el peligro de que venga 'algo peor'. ¿Pero qué? ¿Lo no negociable?

Otra reacción interesante, opuesta a la de Cabiedes, ha venido de la mano de Luis López-Cozar. Asegura que votará en blanco y ofrece tres razones para ello. Desde luego, estoy de acuerdo con las dos últimas: no vota al PP por no respetar los no negociables y no votar a los partidos minoritarios por no unirse entre ellos.

Aclaración final: el voto en blanco tiene un sentido totalmente distinto a la abstención. Votar en blanco significa que te gusta la democracia pero no las alternativas que te presentan. Por otra parte, el voto en blanco no beneficia a los grandes partidos. Entre otras cosas, porque si comenzara a ser representativo su significado sería inequívoco y avergonzaría a los partidos políticos mayoritarios (si hay algo que pueda avergonzarles, que lo dudo).

Así que, al menos en Madrid, insisto en el voto en blanco: tomaré dos sobres y los introduciré en la urna, vacíos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com