Se suma así a las eléctricas, a otras compañías que han hecho lo propio: Telefónica, ACS, Ferrovial, Endesa...
Los grandes empresarios prefieren, al parecer, hablar con los analistas que con la canallesca. Es lógico, los analistas preguntan sobre cifras, los periodistas sobre personas. Las cifras afectan al conjunto de los accionistas, las personas sobre las que cuestionaban los plumíferos son los propios ejecutivos. Por ejemplo, un analista no le preguntará a un presidente cuánto cobra; un periodista sí, o al menos debería hacerlo. Los analistas saben más de números pero tienen menos riesgos. Además, ya se sabe que la contabilidad es una ciencia exacta porque dice exactamente lo que uno quiere que diga. Y si no, observen lo que las agencias de riesgo decían sobre los grandes bancos días antes de que se declarara la crisis financiera de 2007, la más grave de la historia.
En cualquier caso, lo de Iberdrola, una pésima noticia para la prensa económica.
El fallecido Luis Valls aseguraba que la transparencia empresarial no era útil para el inversor, para el público en general, sino para su propia gestión. Aseguraba que cuando un directivo sabe que lo que hace puede ser publicado se cuida mucho de no hacer lo que no debe.
Eulogio López
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