El conflicto del Alakrana está sumiendo al Gobierno Zapatero en el ridículo más espantoso. Siguiendo la tónica habitual del insondable estadista, el presidente del Ejecutivo exigió a la oposición y medios informativos apoyo al Gobierno. No es la primera vez que ZP entra por esta vía: al parecer, si no apoyas al Ejecutivo eres un traidor, probablemente incluso a la patria. A lo mejor un día, este librepensador, hijo de los siete sabios de Grecia, que nos ha tocado en suerte en calidad de presidente del Gobierno, llega a la conclusión de que ni la oposición, ni las familias de los secuestrados, ni el pueblo español, ni los medios informativos, tienen otra obligación que la de apoyarle cuando creamos que ha optado por la decisión adecuada. ¿Cómo vamos a apoyar aquello en lo que no creemos?
Tal y como se han producido las cosas, lo mejor será llegar a un cambalache indigno con Somalia, rescatar a los pescadores y pagar. Digo esto porque la operación militar, que es la lógica, no podría tener éxito, al menos si algunos de los secuestrados se encuentran en tierra. Ahora bien, eso ya se hizo con el Playa de Baquio, siempre que, a renglón seguido, se les golpee con toda la dureza posible. Si no, habrá más secuestros y más impunidad. Es lo que siempre les ocurre a los pacifistas, que para evitar la violencia generan la mayor de la violencia.
A ver si nos entendemos: estamos enfrentándonos a unos canallas que no nacieron salvajes sino que se han hechos salvajes con el tiempo. El salvaje suele ser un buen salvaje. Unos tipos que viven de la droga y de las subastas de muchachas vírgenes a las que violan hasta producirles desgarros mortales. Es evidente que lo único que entienden es la ley de la fuerza, y es evidente que un país con un mínimo de respeto por sus ciudadanos y por sí mismos, no puede aceptar otra solución que la de responder a estos miserables como se merecen.
Y si ya no es posible, entonces hay que castigar a los culpables para que no se atrevan a intentarlo más.
Una vez podrida la situación, sólo nos queda descifrar las vergüenzas para no volver a repetirlo:
1. La vergüenza de un Gobierno progre que no sabe defender a sus ciudadanos.
2. La vergüenza de un Gobierno que no sabe hacerse respetar en el mundo.
3. La vergüenza de alguno de los familiares, sí, que han hecho política abertzale en pleno drama. Uno puede comprender que el dolor provoque desvaríos pero tiendo a censurar el dolor que sólo produce rabia. El Gobierno español ha mentido clamaba la esposa de uno de los secuestrados vascos. ¿En qué ha mentido el Gobierno? Que no nos vengan ahora con banderitas españolas, apuntaba. Pues bien, los soldados que pueden salvarle la vida a sus esposos portan banderitas españolas, no ikurriñas. En estos momentos, no parece que lo más necesario sean demostraciones de lo que Ortega y Gasset llamaba la soberbia vasca.
4. La vergüenza de una justicia negociable, de un país aquejado de síndrome de Estocolmo -lo mismo que ocurrió tras el 11M-.
5. La vergüenza de una comunidad internacional que no acaba con el desastre somalí, aunque las intervenciones multilaterales, tan queridas de nuestra progresía y del señor Zapatero en particular, no atraviesen su mejor momento después de lo de Afganistán.
La piratería somalí no resulta muy romántica. Por tanto, hay que atacar a los piratas somalíes y al Gobierno que les cobija. Antes o después, pero atacar. Un ataque siempre supone un riesgo para un Gobierno. Es el riesgo que ZP no está dispuesto a asumir. Total, a él nunca le secuestrarán.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com