Sr. Director:
Mariano Rajoy ha superado con éxito el primer encuentro con sus colegas europeos del PPE, reunidos en Marsella.

 

En un discurso medido y acertado ha trasmitido a los mandatarios europeos del partido que España hará los deberes como corresponde a un país leal, serio y cumplidor de los compromisos con sus socios de la UE.

Pero como les ha transmitido también, eso no impide que de ahora en adelante, por nuestro potencial demográfico, económico y político, debamos estar en la toma de decisiones de los más grandes. Un claro toque de atención a Francia y Alemania que se pasean por la Unión dando órdenes, bendiciendo gobiernos como el de Italia o Grecia y jugando a exclusivos timoneles de un crucero con serios problemas de navegación.

Lo más grave que le puede ocurrir a un líder europeo es el aislamiento y su falta de credibilidad. Lamentablemente en más de una ocasión y por la propia televisión hemos podido observar como Rodríguez Zapatero era excluido hasta de las conversaciones privadas entre los gobernantes europeos.

Quienes hemos tenido la oportunidad de movernos en el escenario internacional sabemos del esfuerzo que hay que hacer para ser respetado y sobre todo oído.

Pero afortunadamente se inicia una nueva andadura cuyo primer reto va a ser recuperar nuestro prestigio y credibilidad. Para apuntalar nuestra fortaleza económica debemos regresar a la senda del rigor en las cuentas públicas, nuestra deuda soberana es insostenible y nuestra cultura del gasto público es perversa por su estructura y por los hábitos derrochadores de algunos gobernantes, pero eso, además de ser un serio problema que nos atañe, debe serlo también de todos y cada uno de los Estados miembros así como de las propias instituciones europeas.

Reordenar nuestro sistema financiero, es otra de las prioridades que se ha propuesto el próximo gobierno de Mariano Rajoy.

La desaparición de las cajas de ahorro para reconvertirlas en bancos, sin una convincente explicación del gobierno, se ha hecho con precipitación, con un desorden legislativo inconcebible en un estado de derecho y con una opacidad que dista mucho de la transparencia que es exigible a un sistema que es el motor de la economía de un país.

El euro, una moneda que debe ser el reflejo de la fortaleza económico-financiera de la UE, no puede estar asentado sobre la desconfianza de sus inversores, la falta de rigor y disciplina de los organismos reguladores del sistema y un mercado laboral que carece de dinamismo, de oportunidades y de incentivación para crear empleo y riqueza como nos está ocurriendo en España. Sistema financiero y mercado laboral, son pues, dos prioridades para dejar de ser una rémora en la eurozona, como nos ocurre en la actualidad.

Por otra parte hablar como ha hecho, incluso el presidente Sarkozy, de que Europa puede explotar y el euro desaparecer es una innecesaria exageración. En un mercado global y con las reglas de juego que la Unión Europea se ha dotado a través de sus Tratados y de todo el acervo comunitario, el euro nos garantiza una posición de privilegio frente al resto de las economías más competitivas como EEUU, China o Japón. La cuestión es si los Estados miembros están dispuestos a definir con claridad la arquitectura política de la Unión que hoy es ineficaz por la falta de autoridad de sus propias instituciones.

Mientras nuestros grandes competidores en el mundo, actúan con una sola voz y en una sola dirección, la sensación que tienen cuando se sientan a discutir con las autoridades comunitarias es que la Unión Europea es una jaula de grillos donde los británicos circulan por la izquierda en casi todos los terrenos, Alemania y Francia se han erigido en los tutores del invento y los países mediterráneos son los díscolos que hay que meter en cintura.

Si a esto le añadimos la debilidad de la Comisión Europea para ser respetada y un Consejo y Parlamento con voces disonantes, además de no tener peso político para imponer sus decisiones en el conjunto de la Unión, podremos comprobar que el trabajo a realizar aún es ingente y que España, a través de un gobierno fuerte, como tiene que ser el de Mariano Rajoy, debe acometer junto a la tarea de ordenar su casa por dentro la de capitanear con los Estados más poderosos e influyentes, el apuntalamiento económico y político de nuestra moneda comunitaria.

Jorge Hernández Mollar