Cuando se flota en una romántica, para los más, e interesada para unos pocos, irrealidad, se cae de bruces y puede que alguien haya pinchado el globo.
Nuestros políticos son únicos manipulando sentimientos. Manipulaciones a tres bandas, con interesado Tripartito. Toda la trompetería en danza, incluido el miedo de las antorchas y el éxito del Barça. Quizá sería elevarlo a digno de Maquiavelo atribuir a Zapatero, o a su equipo, urdir y alentar esas consultas antes de soltar el Estatut, que dicho sea de paso nos trae al pairo a la mayoría de los catalanes.
Nadie se partirá el belfo porque en ese texto haya una o varias palabras sobrantes, y menos si en el reparto del enorme déficit público y enredo financiero catalán y español les permiten meter más mano en la caja y aumentar el agujero. Es de notar que el Estatut se aprobó y votó en plena burbuja financiero-inmobiliaria, y sus promotores pudieran no gozar del predicamento de hace tres años.
Una caja que depende más de la paciencia de los europeos que de los deseos de Zapatero por contentar a quienes pueden mantenerlo en el Poder o defenestrarlo. Y los europeos ni de lejos entrarán en el juego de cuánto deben por separado españoles y catalanes. Que el agujero catalán es insostenible se desprende subliminalmente del nerviosismo de los profesionales locales de la Política cuando amenazan con la debacle (y antorchas) de no aprobarse el texto por el Tribunal Constitucional. Y aunque se aprobara, con y por la crisis, recaudarían menos de lo esperado y necesario, por lo tanto la DEBACLE es posible con y sin Estatut. Elucubraciones
tan válidas como otras.
Después de lo visto en ese simulacro en que los románticos del catalanismo se han lanzado a la calle creyendo que tras ellos iban no el 30 por ciento del Pueblo sino el 100 por 100, me atrevería a asegurar que un estatuto recortado no provocaría mas allá de unas masivas manifestaciones de conducidos adictos. Con Barcelona, comarca y ciudades importantes, los trescientos mil, mucho para las cámaras y poco para la realidad y las URNAS. Recuerdo las de hace veinticinco años, con más o menos la misma cifra, ante la posibilidad de meter de nuevo en la cárcel a Jordi Pujol, y no por enaltecimiento del separatismo y la bandera catalana, sino porque Banca Catalana era una verdadera estafa. Perfecta manipulación. Aún guardo una póliza de compra de acciones que lo demuestra, y por lo que se condenó (condenas simbólicas) a su consejo de administración. La historia se repite, con otro disfraz y cifras multiplicando por decenas las de la Banca.
Y llevando el ascua a mi sardina, aseguraría que si esa mayoría absoluta, convertida en silenciosa por una entelequia democrática, pudiera votar para barrer a todos los profesionales actuales de la política, lo haría con mayoría absoluta, pero por desgracia no existe el camino legal, por lo de atado y bien atado, y al igual que los separatistas, deberemos seguir aguantando. ¿Hasta cuándo las primarias y listas abiertas?
Rafael del Barco Carreras