Las tropas bolivianas entraron en la sede de la filial en La Paz de la empresa suiza Glencore. Las empresas, occidentales u orientales, ya o tienen ninguna confianza en Evo Morales y quieren marcharse. Repsol YPF o la brasileña Petrobrás no se van porque están pillados por las inversiones realizadas, pero nadie cree ya en la palabra del semidictador boliviano.

Tras la nacionalización del gas y el petróleo –en principio, una medida buena, para homologar a Bolivia con el resto del mundo- Morales ha nacionalizado las minas, en principio, asimismo, una buen medida. El problema no es la nacionalización de las reservas, una medida lógica, sino la forma en la que se está haciendo. En Bolivia, se ha dado el grito de que el último debe apagar la luz y él que no se va es porque no puede. Morales afirma que el fascismo internacional y el imperialismo yanqui le persigue, pero lo cierto es que en Bolivia puede pasar cualquier cosa, y que no van a ser los extranjeros, sino los propios bolivianos, quienes se alcen contra Morales. En concreto, las zonas más ricas, y en especial, Santa Cruz. Y hay que temerse que ese alzamiento no sea pacífico.