No creo que les descubra nada nuevo si les comento que desde hace unos años tanto en las librerías como en la cartelera cinematográfica abundan los relatos esotéricos, muchos de ellos apocalípticos. El último justo pueden añadirlo a esa lista.

Teo es un joven fotógrafo de guerra que, tras su regreso a casa, se ve implicado en unos hechos extrañísimos que tienen relación con la fecha de su nacimiento y con una secta milenaria que cree en la existencia de 36 elegidos: 36 Hombres Justos. Al mismo tiempo, Teo es perseguido tanto por la policía (que le cree relacionado con un asesinato) como por unos misteriosos custodios que tienen la misión de protegerle…

El último justo se mueve entre el thriller y el género fantástico y como otras producciones anteriores (recuerden,  por ejemplo, Constantine) el desarrollo está lleno de despropósitos. Aunque no se le puede negar al primerizo director Manuel Carballo que consigue mantener el suspense en algunos momentos (sobre todo en el arranque), el estilo de video-clip de algunas secuencias unido a los  personajes atrabiliarios que van desfilando por la pantalla hacen perder el fuelle al argumento además de cualquier tipo de interés. Eso sí, me llama poderosamente la atención que todos los sacerdotes que aparecen en la trama parecen salidos de un penal. Los tienen para todos los gustos: el que lleva el parche en el ojo, al que le cruza una cicatriz el rostro o el enviado joven que, simplemente, parece oligofrénico…

Para: Los que quieran comprobar lo que hacemos en las coproducciones internacionales