Tras la parálisis que supuso el atentado de Barajas, Rodríguez Zapatero ha retomado, y con más brío, su estrategia política de aislamiento del PP a costa de una alianza entre socialistas y nacionalistas (tanto vascos como catalanes). La entrevista con Ibarretxe ha servido para poner sobre la mesa el segundo capítulo del social-nacionalismo : una alianza PSOE-PNV en la negociación con ETA como primer paso para un futuro gobierno de coalición en Euskadi entre socialistas y nacionalistas y, ojo, para la entrada de peneuvistas en el Gobierno de España.
Decimos segundo capítulo porque la primera parte del social-nacionalismo era la sociovergencia catalana, o pacto Zapatero-Mas: la presidencia de la Generalitat era para Artur Mas y, a cambio, los convergentes entraban en el Gobierno de Madrid. Como todo el mundo sabe, este proyecto se quebró porque Montilla se empeñó en ser presidente de la Generalitat, provocando la ruptura entre ZP y Mas. Pero eso ocurrió el 1 de noviembre y los viejos rencores podrían parecer olvidados. Además, Durán i Lleida insiste en ser ministro de Exteriores y Mas necesita mantener unidos tanto a su partido CDC como a la coalición CiU.
Sin embargo, el acercamiento continúa siendo imposible. La razón es que el presidente de la Generalitat, José Montilla, no acepta que el intermediario del social-nacionalismo catalán sea el ministro Rubalcaba. Rasputín Rubalcaba era el encargado de engañar al PSC para que aceptara a Artur Mas como presidente. Y dos meses después Montilla no ha olvidado la cuestión.