Por error, el pasado viernes publicamos una carta del director en la sección de Carta al Director. Lo re-difundimos hoy lunes, con ciertos añadidos, entre otras cosas porque el error nos sirve para matizar una cuestión que una lectora inteligente tiene a bien remitirnos. En pocas palabras: es cierto que fueron los gobiernos socialistas de Felipe González quienes introdujeron la FIV en España. Sin embargo, la ley de fecundación asistida no hizo más que amontonar miles de embriones humanos sobrantes, en cámaras frigoríficas. Fue el Gobierno de José María Aznar, a finales de 2003 con Ana Pastor como ministra de Sanidad, quien permitió que esas personitas se conviertan en cobayas humanas a mayor gloria de científicos sin escrúpulos, jaleados por la progresía nacional. Tan sólo tres diputados del PP y uno de CiU se negaron a rubricar con su voto una aberración de este calibre.
Con Zapatero, no sólo se continuó la racha, corregida y ampliada, porque no hay límites para seguir generando embriones sobrantes.
Por tanto, el socialista González abrió la FIV en 1988, el popular Aznar abrió el matadero en 2003, y el socialista Zapatero ha ampliado las fronteras de estos campos de exterminio de seres indefensos, abandonados por sus propios padres.
Espléndido el comunicado de la Conferencia Episcopal Española (CEE) sobre el proyecto de ley de técnicas de reproducción asistida.
Por poner peros, que es oficio hacia el que uno siente extraordinaria querencia, sólo diré que me parece que se hace especial insistencia sobre la clonación, cuando este es un asunto menor, porque sólo los más bestias progresistas y gente de ese cariz- tienen la suficientes tragaderas como para aceptar la clonación y los bebés a la carta. Sólo los muy brutos políticos, periodistas e intelectuales- están dispuestos a tragar con la fabricación de personas en serie.
Y es que el problema más grave no está en la clonación, sino en la propia fecundación in vitro, raíz de todos los males actuales. La FIV se nos colado de rondón en Occidente y hasta hospitales que se niegan a realizar abortos han creado esos campos de concentración y exterminio de embriones humanos que supone la FIV. Incluso los psiquiatras ya atienden una nueva patología anímica, la de los deprimidos porque tienen varios hijos congelados en alguna cámara de algún hospital y no saben qué hacer con ellos.
En definitiva, defender el derecho humano a la vida, raíz del resto de derechos, no sólo supone en el siglo XXI desterrar el aborto, sino también la FIV, a la que nos hemos acostumbrado como la cosa más natural del mundo.
La doctrina cristiana al efecto, que parte de la vida sagrada desde la concepción hasta la muerte natural, está clarísima y sólo los tontos o los manipuladores, alegan que hay discrepancias sobre la misma ni alegar ignorancia. A saber: Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, punto 499: La inseminación y la fecundación artificial son inmorales porque disocian la procreación del acto conyugal con el que los esposos se entregan mutuamente vivimos en la época del sexo sin procreación y de la procreación sin sexo-, instaurando así un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Además la inseminación y fecundación heterólogas, mediante el recurso a técnicas que implican a un persona extraña a la pareja conyugal los famosos donantes de semen, o donantas de óvulos, tan habituales en nuestras clínicas FIV, por ejemplo en la Dexeus barcelonesa- lesionan el derecho del hijo a nacer de un padre y una madre conocidos por él.
Un punto más adelante, el catecismo aclara que no existe el derecho a tener hijos (tener un hijo como sea). Sí existe, en cambio, el derecho del hijo a ser fruto del acto conyugal de sus padres, y el derecho a ser respetado como persona desde el momento mismo de la concepción.
Esto para cristianos. Pero por qué el reo de los ciudadanos tienen que aceptar el Catecismo. Punto 472 del mismo compendio : La sociedad debe protegiera todo embrión, porque el derecho inalienable a la vida de todo individual humano desde su concepción es un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación. Cuando el Estado no pone su fuerza al servicio de los derechos de todos, y en particular de los más débiles, entre los que se encuentran los concebidos y aún no nacidos, quedan amenazados los fundamentos mismos de un Estado de Derecho.
Las consecuencias de la fecundación asistida lo tenemos en el parque de embriones congelados, en la utilización de seres humanos donde hay identidad genética humana hay ser humano- y en epidemias de partos múltiples y mujeres destroza por los tratamientos salvaje de las FIV. Pero la consecuencia más curiosa son las depresiones por haber dejado hijos congelados por el mundo. Porque claro, es grave pensar que puedes ser el padre biológico del muchacho que te encuentra en la calle, pero aún lo es más pensar que has dejado a tu hijo metido en un congelador.
La cosa empezó con el Partido Popular y la ex ministra de Sanidad, Ana Pastor. Ahora continúa con la ministra socialista Elena Salgado. La carrera de la bestialidad no tiene límites. Todo ello, naturalmente, en nombre de la ciencia.
Y como el hombre es un animal de rutina, y la FIV está instalada como algo normal, hasta en hospitales católicos, resulta que nos parece justamente eso, normal, aunque no se tenga norma alguna. Esa rutina presiona ferozmente sobre la Iglesia, y siempre hay católicos, moderados, por supuesto, dialogantes, of course, dispuestos a jugar siempre en el borde mismo del precipicio, también en día de niebla. Con lo cual, resulta pertinente lanzar dos advertencias:
1. Lo que cambia no es la ley moral, sino la realidad. No mucho, la vedad, porque con cada hombre comienza y termina la historia, y porque el único cambio o progreso lineal que existe es el progreso técnico. Y esto nos lleva al mismo tiempo, a la diferencia sustancial entre Dios y el hombre: el primero actúa cambiando las personas y a la persona, mientras que el hombre se empeña en modificar las instituciones, que como todo el mundo sabe no son más que el mito de Sísifo.
En segundo lugar, por mucho que sea la presión social (¡Pero es que los curas no van a aceptar ni tan siquiera la fecundación asistida, que trata de dar hijos a las parejas que lo desean y no pueden tenerlos) la Iglesia no está para darle al mundo lo que pide sino para darle lo que necesita.
Quiero decir, la clonación es tremenda, sin duda, pero el origen de todos los males, de este genocidio silencioso que representa la manipulación y muerte de embriones, es la FIV, esa técnica tan alabada que surte a los nuevos mataderos de seres humanos de la materia prima: es decir, de hombres con su código genético individuado.
Eulogio López