El líder de la oposición llevaba preparada la cuantía de que supondría la supresión del Impuesto sobre Patrimonio

Fue muy lamentable. En nuestra edición del martes informamos sobre la propuesta fiscal de Rajoy. Recordarán que el líder del PP había propuesto la eliminación del Impuesto sobre el Patrimonio, la eliminación de la fiscalidad de las operaciones societarias, la reducción o supresión del IAJD, el recorte del impuesto de sociedades al 25% en general, 20% para PYMES, deducciones fiscales para ahorro y cuidado de hijos y ascendientes, mínimo del IRPF en el 12% y máximo por debajo del 40%.

Pues bien, todo esto pasó desapercibido en el almuerzo organizado por la APD y patrocinado por PriceWaterhouseCoopers. Todos estaban más interesados en quedar bien con Rajoy que en sacarle información. A los periodistas nos constriñeron las preguntas a una por mesa. Antinatural. Y para colmo, el moderador del turno de preguntas, el presidente de PWC, Carlos Mas, decidió obviarlas todas por ser demasiado "explícitas y concretas". Mejor algo general, como la opinión de Rajoy sobre la globalización… Increíble.

La conclusión es que el acto resultó ser un fracaso. El PP no consiguió colocar su fracaso. Después de que Rajoy había optado por almorzar con empresarios antes de ir a Ermua, su noticia bomba se pincha. PWC no consiguió la notoriedad que supongo que esperaba y los comensales se fueron sin información nueva a casa.

Un consejo. Supongo que Mas, que lleva sólo 6 meses en el cargo necesitaba notoriedad. Quería halagar a su invitado. Es lógico. Pero bastaba con una presentación protocolaria, un abrazo fotografiado y una cámara que inmortalizara el momento para rentabilizarlo en caso del regreso del PP a la Moncloa. Pero tras eso, un periodista podía haber dirigido las preguntas y haberle sacado algo de jugo al principal líder de la oposición. Si le coloca en aprietos siempre se puede echar la culpa al profesional. Los periodistas, ya sabe Ud…

Pero a Mas le ganó la vanidad. Necesitaba notoriedad como reconoció él mismo. ¡Qué caro sale el orgullo, D. Carlos!