El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, sorprendió a todos con su defensa de las actuales relaciones entre España y Cuba, tras el Caso Moragas. Lo cierto es que las empresas españolas presentes en la zona están preocupadas por el populismo, en este caso de izquierdas, que crece en el mundo hispano, y por el papel preponderante que está jugando Fidel Castro en toda Iberoamérica (a pesar de su fractura de rodilla ante una multitud de personas tras un mitin-homenaje al Che Guevara en la ciudad de Santa Clara), con la excepción de México. El dictador cubano se ha convertido en el principal valedor de Hugo Chávez, el hombre que posee el petróleo. Lula en Brasil y Kirchner en la Argentina apoyan sin fisuras a Chávez. El Gobierno de Bogotá necesita el apoyo, o al menos la neutralidad, del caudillo populista venezolano, para intentar avanzar en su plan de paz o en su contención de la guerrilla marxista, especialmente de las FARC, con las que no se ha conseguido avance alguno.

Y el eje de la cuestión, es decir, el propio Chávez, se ha convertido, tras su victoria en el plebiscito de agosto, en un indigenista acérrimo, cuyos partidarios ordenan derribar la estatua de Colón, que ha vencido a los grandes editores unidos en su contra, que controla ya casi totalmente la televisión y que, en resumen, está convirtiendo su república bolivariana en una democracia popular del siglo XXI.  Los bolivianos están pendientes de la explotación de sus reservas de gas, mientras el peruano Cholo Toledo se suma a la atmósfera de populismo imperante, con ataques periódicos e injustificados a empresas como, por ejemplo, a Telefónica. Por si fuera poco, la llegada al poder en Panamá de Torrijos resucita ese populismo allá donde se creía muerto : en el istmo centro-americano.

En Buenos Aires, Néstor Kirchner ha conseguido capear el temporal de la deuda en la misma clave populista: si no se aceptan sus condiciones, simplemente no pagará (lo que perjudicaría a los especuladores internacionales, pero también al pueblo argentino).

En cualquier caso, el recorrido por los grandes inversores españoles en Iberoamérica es el siguiente: BBVA está centrado en México, insistimos, el único país hispano, junto a Chile, ajeno al populismo que invade el subcontinente, y los Estados Unidos. En el resto del continente, se conforma con esperar tiempos mejores.

SCH no quiere saber nada de la Argentina, aunque está dispuesto a continuar en Chile y en Brasil, un mercado al que sigue considerando prioritario. Pero del resto del mundo hispano, el banco de Emilio Botín no quiere saber nada. El objetivo ahora es el Abbey.

Endesa no puede marcharse de Chile, donde ha invertido más de 7.000 millones de dólares. Sin embargo, la doctrina impuesta por Manuel Pizarro es clara: no se invertirá ni un euro más en Hispanoamérica para cubrir pérdidas de ningún tipo, ni la Corporación asumirá más deuda del conglomerado de empresas arracimado alrededor de Endesa Chile.

La Dirección de Telefónica vende al público que, tras la última reunión de César Alierta con Kirchner, las relaciones con la Casa Rosada han mejorado y que se mantiene el programa de inversiones. La verdad es que las únicas inversiones que está realizando Telefónica en la Argentina son las que no puede evitar para mantener la calidad del servicio. Bastante tiene la operadora española con lograr cerrar todas las operaciones que supuso la compra de las filiales de Bell South en el mundo, y todo ello frente a Carlos Slim y su Telmex, convertidos en el inversor por el que todos los populistas hispanos pretenden cambiar a Telefónica, con el apoyo entusiasta de Felipe González, que trabaja para Slim y en contra de los intereses de Telefónica.

Iberdrola se conforma con aumentar su presencia en México (toda su producción está comprometida con el sector público mexicano, lo que representa una garantía) y con Brasil, cuyas cuentas se intentan enderezar, aunque, por ahora, den más problemas que alegrías.

Gas Natural está centrado en su expansión en España y en el Mediterráneo, así como en su actividad como broker en el mercado mundial del gas.

Aguas de Barcelona ha dejado en manos de los franceses del Grupo Suez su periplo por la Argentina. En definitiva, nadie quiere arriesgar fondos en un panorama donde la seguridad jurídica parece una broma. Queda Repsol YPF, claro está, sin duda la clave de la inversión española en Iberoamérica, por la sencilla razón de que el populismo iberoamericano depende, ante todo, del poder que a los nuevos aprendices de democracia popular les proporciona el petróleo y su elevado precio en el mercado internacional, especialmente el petróleo venezolano.

Alfonso Cortina ya se las ha tenido tiesas con Kirchner. El inquilino de la Casa Rosada escucha más a Felipe González y está convencido de que el Gobierno Zapatero expulsará a Cortina de Repsol YPF. Para sustituirle, el PSOE baraja nombres como el de Carlos Solchaga, otro asesor de Kirchner, Claudio Aranzadi o Antonio Brufau (en este caso, nuevamente sin contar con el interesado).

Ahora bien, la actitud de Repsol es muy especial. La pieza más importante de la primera petrolera española no es ya la argentina YPF, sino el gas boliviano. Las reservas ingentes de gas de este país esperan que se decante la política del presidente Carlos Mesa, que aún es prisionero de los líderes sindicales y cocaleros, en un país paupérrimo. Si Repsol se vuelve hacia España, si deja de invertir en la zona, depende de Bolivia.

Pero lo que más preocupa en los cuarteles generales de las grandes corporaciones es la actitud del Gobierno Zapatero ante esta ola de populismo, este revival de democracias populares. Con el PP no existía mucha diplomacia económica, pero al menos sí defensa política ante la agresión. Las palabras del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en el Congreso, en la tarde del miércoles 20, han sido la gota que ha colmado el vaso de los inversores españoles. Un verdadero mazazo. Sus casi elogios a Fidel Castro condenan al llamado management español a arreglárselas por su cuenta. La aventura hispana puede haber tocado a su fin. Y eso es una mala noticia para España y para Iberoamérica.