El referéndum de la Constitución Española de 1978 fue aprobado por el 88% de los votantes. A pesar de ello, muchos opinaron -por ejemplo los nacionalistas vascos- que una era un porcentaje lo suficientemente amplio y que en Euskadi el resultado había sido otro.

El referéndum del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ha conseguido el apoyo del 58% de los turcos, pero el co-fundador de la Alianza de Civilizaciones, afirma sentirse feliz: habla de que se ha terminado con la vigilancia militar y que una nueva Turquía amanece, una Turquía que ya cumple todos los requisitos para entrar en la Unión Europea.

Y es cierto, y hasta bueno, que los políticos turcos se hayan librado de la tutela militar pero no para caer en la tutela fundamentalista islámica. Erdogan no consigue con esa victoria, tirando a pírrica, librar al sistema judicial turco de la tutela de los militares sino arrebatárselo al Ejército para colocarlo bajo su tutela. El peligro, hasta del referéndum, era el militarismo, ahora es el integrismo islámico que él representa.

Al mismo tiempo, los ministros de Exteriores de la Unión Europea ceden al chantaje turco e insisten en que Turquía debe introducir al fundamentalismo turco en la Unión. Así lo exige el emperador Obama y así lo critica David Cameron, al que ni le va ni le viene, y Ángela Merkel, otra que sufre Síndrome de Estocolmo por la fuerte migración turca residente en Alemania. Sólo Sarkozy resiste. En estos momentos, ¡Vive la France!

Asegura la UE que Turquía tiene mucho de europea pero lo cierto es que con la entrada de Turquía entre el fundamentalismo en la Unión para que, en palabras del peligroso Erdogan Europa deje de ser un club cristiano. Mientras tanto, él, en su propio país, permite y alienta la marginación, la persecución y, de cuando en cuando, el asesinato de misioneros cristianos.

Eulogio López

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