Podría ocurrir que Consecuencias una política energética onerosa

La renuncia a la obtención de un kilowatio competitivo en el mercado europeo, sitúa a  España como un país de segunda línea con tonalidades verdosas, y nos puede traer consecuencias como las que se mencionan a continuación:

Que conectemos el interruptor eléctrico y no se establezca la corriente correspondiente, en cuyo caso tendremos que acudir a Roma, Berlín, París o Lisboa para realizar nuestra justificada reclamación.

Que se produzca un eficiente ahorro en el coste de personal de las Administraciones Públicas nacionales, autonómicas y locales, Comisiones y Fundaciones de la energía, como también en la parte relacionada con medio ambiente, cambio climático (este año poco) y transportes ferroviarios.

Que se elimine la producción industrial de aluminios, aceros inoxidables y especiales, y recubrimientos electrolíticos de metales nobles, por el elevado coste del kilowatio generado en el componente energético básico en la industria para el siglo XXI.

Que se eleve del orden del 25% el coste agregado de los productos transformados.

Que la contribución a la agricultura española sea nula, por ser ésta un problema sectorial español atendido por un sector eléctrico regido por criterios monopolísticos europeos.

Que la recesión derivada del no-sector eléctrico español afecte a un 10% de la capacidad de empleo activo (entre empleo directo e indirecto) de muy alta calificación profesional.

Que los 75.000 empleos actuales ocupados en su inmensa mayoría por personal cualificado español se reduzcan en un 50% aproximado en los próximos cinco años.

Que una parte de la ineficiencia operativa italiana sea repercutida al silencioso consumidor español, ya que, como dato curioso, Endesa con 26.000 personas de plantilla generaba la misma cantidad de energía que ENEL con una plantilla de 75.000 personas.

Que la producción española de bombillas de bajo consumo no se desarrolle porque el Ministerio de Industria organice la importación de las fabricadas en China con costes significativamente inferiores por el dumping social y económico allí practicado. 

Seguro que el lector podrá aportar algunas otras consecuencias negativas, pero quizá esté de acuerdo en que éste es un tema básico de futuro de la sociedad española.

Es verdad que los temas de espías, coches, trajes, cacerías, comisiones y retiradas de tropas son muy entretenidos y eventualmente graves, pero su importancia parece menor que la crisis oscura y vergonzosa en que ha desembocado la no-política energética de los políticos: el silencio ensordecedor de la sociedad española coincide con la falta de ética social de sus representantes. La perspectiva parece difícilmente empeorable.