El productor no se considera patrón

Durante el Franquismo, en Europa y Estados Unidos se decía que España era el único país donde las carreteras las construían empresa privadas mientras que los coches que circulaban por ellas eran fabricados por el Estado, justo al revés que en el resto del mundo. Con el pensamiento único se ha llegado a unas y otras sean construidas por multinacionales, por lo que circular se ha vuelto mucho más caro para los menesterosos. Pero dejemos eso.

Quizá por influencia francesa, lo progresía española, capitaneada por la ministra de Cultura del Gobierno Zapatero, Carmen Calvo, sólo es proteccionista en el sector en el que no hay que serlo: la información y la cultura.

Es lo que ha ocurrido con la nueva ley del cine, que exige una cuota de cine español y europeo del 25%. En lo de europeo mejor no entrar, porque británicos, y ahora incluso franceses y alemanes, están pergeñando historias dignas de ser contadas. El problema está, precisamente, en el cine español, que sólo tiene un problema: no gusta a los españoles. En primer lugar porque suele contarnos las neuras de su directores y guionistas, por lo general muy progres, y, como recuerda la crítica de cine de Hispanidad, Juana Samanes, porque "sustituye la falta de historia y de ideas por la exhibición de senos". En segundo lugar, porque el cine español se dedica, principalmente, a insultar las convicciones de la mayoría de los españoles, con especial obsesión cristófoba. En tercer lugar, como consecuencia de lso otros dos, porque es tremendamente aburrido.

Al final, los exhibidores se han cansado y han planteado una huelga. El productor Andrés Vicente Gómez, verdadero especialista en cazar subvenciones públicas, ha acusado a los exhibidores de cargarse el cine español y ha dicho que lo de la pasada semana no era una huelga, sino un cierre patronal. Claro, es que los exhibidores están preocupados porque el bajón de ingresos, y ellos sí compiten en un mercado libre, no como los productores.

De todas formas, no deja de tener gracia que un empresario, como es Gómez, critique a sus colegas exhibidores. Quizás porque no hay choque de trenes más sangriento que el que se produce entre un patrón subvencionado y otro que funciona en el mercado libre.