Cada anunciante puede concebir y lanzar su campaña publicitaria de la forma que prefiera. Pero es preciso estudiar la utilización de los personajes de renombre en la estrategia publicitaria. Parece ser que un famoso con enorme popularidad confiere a lo que anuncia la dimensión universal de sus éxitos. Algunos rostros famosos son prescriptores de diversos productos.
El anuncio mejor pagado del mundo es el de la actriz Catherine Zeta que ha percibido 16 millones de euros por protagonizar una campaña para una operadora de telefonía móvil. Según LiveScience, Tiger Woods ha roto sus relaciones con una empresa automovilística, Lebron James con una empresa líder del mundo de las nuevas tecnologías y David Beckham con una bebida refrescante. Brad Pitt presta su imagen a una marca de relojes, Isabel Preysley anuncia productos de cosmética, Jude Law, difunde productos de perfumería, Pau Gasol es el prescriptor de una marca de coches y Rafa Nadal cede su palmito a una marca de relojes, Fernando Alonso destaca por su vinculación a una marca de automóviles y la presentadora de televisión Patricia Conde es la protagonista de la campaña de unos grandes almacenes.
Si el comportamiento privado de un popular es incorrecto, cuando su ética y moral quedan en entredicho, es posible que su imagen quede dañada. Por ello, es muy probable que, también, la imagen del producto quede perjudicada.
Todas las decisiones publicitarias que no se orienten al respeto de la persona y a la veracidad del mensaje son un fracaso. Por otra parte hacer un uso continuo de famosos en la publicidad no es lo más deseable. Y no hay que olvidar que la publicidad anuncia bienes y servicios, no figuras ni rostros famosos.
Clemente Ferrer Roselló
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