Sr. Director:
La visita del Jefe del Estado a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, en unos tiempos como los que corren donde la unión y el equilibrio territorial se encuentran alborotados por los vaivenes de ciertos nacionalismos regionales extremistas -a pesar de que moderados, haberlos haylos- ha supuesto una demostración de españolidad y de ciudadanía al resto de España por parte de 'caballas' y melillenses.
Con la breve estancia en Ceuta y Melilla de D. Juan Carlos I y Doña Sofía los pasados lunes 5 y martes 6 de noviembre, respectivamente, se repara la cuenta pendiente queAsimismo, la visita real ha servido para que la opinión pública y los medios de comunicación peninsulares -y también extranjeros- hablen bastante y además bien, tanto de Ceuta como de Melilla. Una señora entrevistada al respecto, ironizaba al opinar que ahora, gracias a la visita real, nadie desconocería dónde están y cómo son las ciudades 'caballa' y melillense pero sobre todo, todo el mundo sabrá ya cual es el sentimiento y la voluntad de los habitantes de estos municipios norteafricanos: su indudable, incuestionable e innegociable españolidad. Algo que hay que respetar y a lo que ceutíes y melillenses tienen tanto derecho como los habitantes de otras zonas respecto a sus anhelos nacionalistas siempre que sean pacíficos.
Sin embargo, esta visita real ha molestado a los vecinos marroquíes. La reacción posterior ha sido extrema y exagerada, desmesurada y excesiva máxime cuando D. Juan Carlos y Doña Sofía no han pasado la 'línea roja' de la que alertó el 'sobrino' alauita Mohamed VI, cuando sólo cruzaron el Estrecho y no salieron de España, como acertó en señalar el presidente ceutí Vivas. Si no han pasado el 'Rubicón' ceutí-melillense, ¿por qué el enfado marroquí es tan mayúsculo?
No es de recibo ni nos merecemos tan desproporcionada reacción. Las autoridades marroquíes -principalmente el propio Rey- aún siguen rasgándose las vestiduras -perdón, la chilaba- y se muestran muy agitados, nerviosos, cabreados, como ofendidos -¿de qué, acaso se les ha invadido?- y tanto; que la ira les ha movido a reclamar una negociación con el Gobierno de España de José Luis Rodríguez Zapatero para 'recuperar' la soberanía y la 'marroquinidad' (¡! ¿?) de Ceuta y de Melilla. Todo esto y mucho más, ha traído de cola, la visita real, de la que nadie debe dudar de su beneficioso efecto. En tono a las consecuencias y acerca de la idoneidad de ejecución de la misma, no deben existir fisuras ni discrepancias, sino todo lo contrario: coincidencia de criterios, unidad de acción y firmeza en la defensa de nuestras razones y de nuestros derechos para con Ceuta y Melilla entre los gobiernos autónomos, el Ejecutivo y todos los partidos parlamentarios.
Lapsus gravísimos como el de Pepiño Blanco aludiendo a que los Reyes visitaron 'Marruecos' en lugar de mencionar los nombres de las ciudades españolas ceutí y melillense empeoran las cosas. Al parecer, el secretario de Organización socialista no sabe de geografía, tuvo una 'laguna mental' por ligereza o sufrió un ataque de sospechosa 'marroquinidad' y debería pedir perdón.
La expresión 'marroquinista' de Pepiño Blanco, -supongo que involuntaria e inconsciente, espero, y que no gustó a 'caballas' y melillenses- no ha pasado inadvertida para las autoridades alauitas que se frotaron las manos al ver que todo un cargo representativo del partido que gobierna España al decir públicamente semejante expresión pareció 'coincidir' con la postura marroquí. Las autoridades alauitas se aprovechan de cualquier error y 'debilidad' que surjan en la administración española para reclamar Ceuta y Melilla pero si ven unidad, firmeza e inmovilidad sin excepciones en la postura de los representantes españoles, aflojarán su actitud y suavizarán sus reacciones restableciendo la cordialidad en las relaciones diplomáticas España-Marruecos. No les demos motivos. Y ahora, más que nunca, todos, con Ceuta y Melilla.
José Esteban Rico Sogorb
ricosogorb@cjav.org