Urge una reforma del modelo sindical
Este martes se celebraba en todo el mundo el Primero de Mayo, Día del Trabajo. A las manifestaciones sindicales en Madrid acudieron 5.000 personas; en Barcelona, la cifra se redujo a 3.500 en Barcelona. ¿Dónde estaban entonces los 200.000 delegados sindicales que existen en España? Se trata de liberados que dedican sus horas de trabajo a realizar labores sindicales. Lo mínimo es que hubieran asistido a las manifestaciones. Pero no lo hicieron. ¿Por qué?
Probablemente la mayoría tenía cosas más importantes que hacer: revisar las obras en su segunda residencia, llevar a la niña a un curso de vela, llevarse al chaval de caza, encontrarse con los amigos del pueblo para echar una partidita de mus. En resumen: no hay motivos para la reivindicación. Especialmente para los liberados sindicales, generalmente trabajadores de grandes empresas, especializados en la normativa laboral e incapaces de recuperar su profesión y mejorar la productividad.
Este es el cáncer de nuestra sociedad. Y lo peor es que mientras nuestros sindicalistas sestean, los problemas de justicia social resultan cada día más acuciantes. La brecha entre las remuneraciones de los consejeros y el menor sueldo es cada día más grande y todavía hay muchos españoles con contratos precarizados. ¿A qué esperan los sindicatos para hacer sindicalismo del de verdad?