Algunos desconocían su significado y muchos otros su apariencia hasta que por urgentes causas el vocablo insurgencia se ha convertido en uno de los términos más consultados en Google y encontrados en las calles árabes recientemente.
Tras la chispa tunecina que prendió llama y encendió a todo un Egipto dejando calcinado y en calzones a su modelo piramidal, el resto del mundo queda noqueado de asombro, desorientado y expectante por la ola de rebelión ciudadana que inunda Oriente Próximo y que por su puesto, en el mapa, salpica y remoja por accidente a occidente.
En primera persona del singular se suele vivir el presente e interpretar el futuro pero en estos momentos de incertidumbre político-social con vestigios de litigios religiosos, la misma persona del plural está cambiando el hoy de la historia gracias a la unión de intenciones conjuntas por desquitarse de lo que no se quiere (otra cosa es que se consiga lo que se pide, guste lo que se añora o se sepa lo que se cree).
La fusión del pueblo por un fin y para dar finalidad a algo o alguien ya ha dado buena nota a lo largo de la historia aunque casi siempre acabe ninguneado en el tiempo por él mismo y en su defecto, de autoconfianza, aprovechado por el dictador de turno que dando tiernas tornas de destino aprieta a palo paulatino hasta dejar sin aceite y en aprieto al engranaje de la democracia. La pirámide invertida quizás no sea tampoco el mejor sistema para programar el estilo de vida universal pero lo que el presente nos está presentando en primicia y en riguroso directo es que la represión, más tarde que nunca, se liberaliza al partir de miedos escondidos y sumas de mostradas valentías. Túnez, Egipto, Libia, Argelia, Yemen, Bahrein uno a uno y gracias a las desgracias direccionales de todos ellos, la palabra insurgencia está en boca de todo el mundo y el sentir insurgente en la mente, aún, de algún país reprimido hasta el momento (me comunican en estos precisos instantes que Marruecos se ha sumado a la revuelta).
El efecto espejo, que muestra la arruga que nunca quiere verse, está a punto de romperse con el golpe de quicio que desea transformarlo en ventana para poder ver así a la utópica libertad. Ese espejo opresor que castiga acomplejando, se resquebrajará por completo, y en breve, en todo totalitarismo actual. La ventana a la posibilidad abre puertas que pueden llegar a traer corrientes poco frecuentes y nunca esperadas para quienes tienen espejos con reflejos de arrugas de lejos. No todo dictador se volatizará con un vuelo chárter de helicóptero, alguno no quedará a-Libia-do tan sólo con una huida entre bambalinas y balas y casi con toda seguridad y con su mala baba salpicará a todo quisqui.
Cada uno que viva el presente como buenamente pueda o malamente le dejen que la interpretación del futuro es sólo esouna interpretación. Está visto que el desoriente del prójimo puede llegar a hacer ver que el equilibrio es vulnerable. Si quieren vivir tranquilos, véanse a solas con el espejo y cierren la ventana. Oriente se accidenta.
Óscar Molero Espinosa