El déficit comercial se elevó un 20% en los primeros cinco meses del año. El dato evidencia la pérdida de la competitividad de la economía española. Seguimos consumiendo y mucho, pero crecientemente fuera. Producimos, menos y cada vez tenemos más dificultades para colocar nuestra producción fuera.
Y no vale con explicar el fenómeno en el alto precio del petróleo o en la relación dólar/euro. Alemania arroja un claro superávit comercial y se encuentra exactamente en las mismas circunstancias que nosotros.
¿Qué hace el gobierno para evitar este desequilibrio? Básicamente nada. Anuncia a bombo y platillo planes de dinamización económica y fomento de la productividad, pero reconoce al mismo tiempo su fracaso. Además, minimiza el problema afirmando que al fin y al cabo, un déficit comercial dentro de una unión monetaria, se diluye. Y además, podemos financiarlo sin problemas. Pelillos a la mar. Pero el problema no sólo existe, sino que crece y amenaza con aguarnos la fiesta económica en la que seguimos inmersos.