El ex ministro de Franco, conocido por sus insondables despistes, le preguntó a don Juan Carlos cómo le iba. Éste le manifestó su preocupación por no tener aún un descendiente varón. A lo que don Laureano -el estilo es el hombre- respondió: Pues lo que siempre os he dicho Señor: A Dios rogando y con el mazo dando, momento en el que doña Sofía aprovechó para hacer mutis por el foro.
El diario El Mundo lo ha explicado muy bien en su portada de doble instantánea. En la primera, aparecen el secretario de Estado Vaticano, Mauricio Bertone, con el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en actitud presuntamente orante, con el siguiente pie de foto: A Dios rogando..., y en una segunda, en la que se deja ver a la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de La Vega, en tono ordeno y mando al susodicho Bertone, se concluye: ... y con el mazo dando.
Quiere decir que mientras Moratinos enfatizaba lo que une al Gobierno ZP con el Vaticano -más bien poca cosa-, De la Vega, embutida en un traje de color fucsia -supongo que el rojo cardenalicio en versión Vogue- sacudía estera. Muy diplomática ella, la obispa De la Vega explicó al catecúmeno Bertone los profundos valores progres del aborto, la ley de libertad religiosa y la Educación para la Ciudadanía. Una de estas situaciones en las que el interlocutor debe elegir entre la retirada de antemano o el enfrentamiento bélico abierto, con derramamiento de sangre y daños colaterales.
En otras palabras, revestido con sus ornamentos litúrgicos, la obispa De la Vega dio pábulo a lo peor de la feminidad, que es lo que hoy entendemos por feminismo y que consiste en una estúpida obcecación en el mal. Para las feministas, el aborto ya no es un mal necesario: es bonísimo.
Si pudiera, la señora obispa se convertiría en un Hitler con faldas, eso sí, con faldas de primerísima calidad, por lo menos de Rabanne. El espectáculo no fue kafkiano, sino dantesco. El feminismo ha arrebatado a la mujer su principal virtud natural: la humildad. El feminismo ha decretado que la mujer tiene que ser igual al varón, es decir, tan soberbia como él. Porque ya no se trata de discrepar de la doctrina de la Iglesia -que es muy libre para hacerlo- sino de convertirse en obispa, quizás papisa, y promulgar la nueva ley moral donde se enaltece le asesinato, el lavado de cerebro a los escolares y la venganza sobre el disidente, que no otra cosa es el proyecto de libertad religiosa.
No, no soy duro con la obispa. La dura es ella, que posibilita el asesinato de 112.000 inocentes indefensos casa año... y encima se enorgullece de ello y lo eleva a dogma.
Eulogio López
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