Una terrorista de Hezbolá volaba por los aires en Damasco. Ahora, siete personas, entre ellos un comandante de la Yihad Islámica -otro grupo terrorista- murieron por una explosión en la franja de Gaza. Ya he dicho muchas veces que en el conflicto entre el mundo islámico y el mundo judío no soy neutral. Aún estando, como lo están todas las personas no oligofrénicas, por el entendimiento en paz, soy pro-judío, porque Israel es una democracia que, además, tiene todo el derecho a sobrevivir como pueblo y -aunque ya muy, muy mezclada-, como raza. No se puede igualar lo desigual. Ahora bien, aunque oficialmente Israel lo niegue, es evidente que está detrás de estos dos atentados, y que tras su fracaso -un verdadero peligro para todo Occidente- en la reciente guerra del Líbano, o incursión contra Hezbolá, no puede llevarle a perpetrar atentados que le asemejan demasiado a los grupos fanáticos a quienes combate. Supuesto, y no admitido, que Israel vive en guerra permanente, y que debe lanzar a sus comandos a poner bombas en capitales ajenas, lo que diferencia a un Estado, o cualquier sociedad noble, es asumir la autoría y tratar de justificar, sobre todo ante su propia opinión pública, por qué hace lo que hace. Pero Jerusalén ha negado toda relación con el asesinato de Damasco. No olvidemos que hasta las guerras tienen que atenerse a una serie de normas morales, precisamente aquella que marcara el español Francisco de Vitoria.   Con su feroz realismo, tras la guerra de El Líbano los judíos reconocieron que no habían logrado combatir aquel estilo de guerra que ellos denominaban "una cuestión de familia" -porque participan todos los miembros de la familia fanática y porque mujeres y niños sirven de escudo a los activistas. Además, no ponderaron el poder de armas ultraligeras pero de gran potencial destructivo, cuya imagen más clara es la de misiles lanzados desde motocicletas. No obstante, los israelíes recordaron que "aprendemos pronto". Esperemos que no se confunda aprendizaje con mimetismo. Israel es un ejemplo de lucha noble, tremenda, pero noble, contra la opresión y en favor de la libertad. Si se contaminara de sus enemigos, el efecto sería devastador. Insisto: no se puede luchar contra el terrorismo con técnicas terroristas. En el caso hebreo la tentación es comprensible, pero no justificable. Los zarpazos terroristas justifican la mano dura con el adversario, pero nunca la mentira. Muchos kilómetros al sureste, en Paquistán, a la gran esperanza de la libertad, el Partido Popular de Paquistán (PPP) de la asesinada Benazir Bhutto, le han sacrificar a no menos de 20 inocentes, en vísperas de elecciones. Este es el problema de los buenos, que no pueden responder sino con la palabra y, llegado el caso, son una guerra noble. Lo otro queda para los desalmados, para los terroristas, sean individuos, agrupaciones o gobiernos gamberros. El PPP de Bhutto es una de las esperanzas para uno de los países clave en el tablero internacional actual, como es Paquistán, exactamente igual a como lo es Israel, todo el Estado judío, para la moralidad en la lucha contra el fanatismo en el mundo. Ni uno ni otro deben pasarse al lado oscuro. Eulogio López eulogio@hispanidad.com