La coalición catalanista CiU pasa en estos momentos por sus días más bajos. A la pérdida del sillón presidencial de la Generalitat se suma la ausencia en el gobierno de ningún ayuntamiento importante. Además, la victoria del PSOE ha afianzado a Pasqual Maragall al frente del Gobierno catalán minorando sus hipotecas con ERC. Por si fuera poco, Maragall le ha arrebatado la bandera nacionalista a CiU con la propuesta de reforma del "Estatut", eso sí, dentro del marco de la Constitución. Y lo logrará. Maragall conseguirá un éxito político no alcanzado por CiU en sus 23 años de gobierno. Eficacia. Una eficacia a la que se sumará la organización territorial y la financiación autonómica.

Para más "inri", los socialistas catalanes han anunciado la reforma de la Ley electoral catalana de manera que se pondere mejor la población respecto al territorio. Se lo traduzco: Se trata de evitar que vuelva a ocurrir que el PSC, con más votos, tenga menos diputados. Es decir, avanzar hacia la proporcionalidad y el principio de "un hombre, un voto". O mejor: Apuntalar la victoria del PSC para que aguante a ser posible otros 23 años.

En este entorno, CiU sigue "vendiendo" la misma mercancía que siempre: nacionalismo. El presidente del grupo de CiU en el Parlamento, Artur Mas, asegura que la "gran coalición nacionalista", formada por los integrantes del Pacto de Barcelona (CiU PNV BNGa), continuará tras las elecciones europeas. Su objetivo es avanzar del estado de las autonomías hacia el estado plurinacional. Y en esta estrategia, "la reforma del Senado es sólo el postre".

Para algunos convergentes, esta estrategia de CiU resulta suicida e incluso hablan de la posible desaparición de la coalición catalanista. "La bandera nacionalista la enarbola mucho mejor ERC y el PSC nos va a robar las medallas de los éxitos", argumentan. Lo que hay que hacer, señalan, es "volver a hacer país", predicar subsidiariedad y recuperar a la sociedad. No parece que sea la estrategia seguida. Y es que CiU se ha encontrado de la noche a la mañana con el pie cambiado, sin discurso y sin recursos, y parece caminar peligrosamente hacia la "derrota final".