Sr. Director:

Desde hace varios días estoy siguiendo sus comentarios respecto a las elecciones que se avecinan. Debo decir, en honor de la verdad que hasta cierto punto estoy de acuerdo con usted.

Efectivamente en este caso, como en muchos otros en el momento actual del mundo, el católico fiel, realmente digno de ese nombre tiene poca opción. El principio del mal menor, como usted dice, casi se convierte en una canallada, pero entonces qué ha de hacer el católico coherente y responsable, ¿abstenerse? Creo yo que no es opción, pues sabemos que los acarreados siempre son muchos, especialmente en algunos países de Iberoamérica.

Opino que lo que hacen falta son católicos bien formados y con muchas, muchas, pero muchas agallas, que no tengan miedo de decirse católicos de verdad. Que se lancen a la política y no tengan miedo de los tópicos y etiquetas de que serán objeto. Que sean capaces de lanzarse, incluso si fuera necesario con un nuevo partido y luchar por un verdadero bien común. Sabemos que los medios, los izquierdistas y mediocres los criticarían sin descanso y les harían la vida de cuadritos, pero sólo así y si los católicos y personas inteligentes de buena voluntad votaran por ellos, lograrían sentar un precedente y ganar algunos escaños y poco a poco hacer algo de diferencia. En el fondo hacen falta agallas y coherencia. Mientras no haya eso, es decir alternativa real, desafortunadamente deberíamos seguir apoyando el mal menor.

Pedro Candelero

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