Al final, todo lo que queda del caso Ferrín es la famosa frase que pronunciara un eximo jurista -de derechas de toda la vida, naturalmente, sólo que de derecha pagana-: un católico no puede ser juez de familia.

Y claro, había que echarle de la carrera judicial. Al final, entre la estructura judicial y abogacil de la muy noble y muy leal Comunidad Autónoma de Murcia, unida al eximio Tribunal Supremo, superior instancia jurídica de la nación, han dictaminado que Ferrín no es que sea homófobo, no, pero que es un poco vaguete, y tardó demasiado en dictar sentencia sobre las dos lesbys que querían adoptar a un niña (¡Pobre niña!). Condenado por retrasarse en dictar sentencia en Murcia y ahora por prevaricación, precisamente en la vieja Iberia, donde el deporte nacional es el vuelva usted mañana -versión administración pública- o el vuelva usted el próximo lustro -versión judicial-. Por cierto, ¿no se ha retrasado mucho la condenatoria sentencia del Tribunal Supremo? Por prevaricación en el Supremo porque, al parecer, el jueves debe acudir al perito políticamente correcto, el que dictamine que dos boyeras componen una familia ideal para la realización de los niños.

Pero ojo, porque esta marginalización de los cristianos es un fenómeno general, no circunscrito al caso Ferrín. Un ejemplo: el proyecto de Ley Aído aclara que un médico deberá dictaminar, tras la vigésimo segunda semana de embarazo, si el bebé es compatible con la vida pero ese médico, mire por dónde, no podrá ser provida, sino abortero.

Y esto es bello e instructivo, porque demuestra la preciada sentencia: que un católico no puede ser juez de familia. Supongo que tampoco puede ser juez de violencia de género y, con un poco de suerte no tiene por qué ser juez de nada. Luego, como en la Inglaterra moderna y contemporánea, saquemos a los católicos del Parlamento y de la Administración del Estado, más tarde de los medios informativos y, finalmente, podremos expulsarle a Kazajstán y a Mongolia Exterior, donde la densidad de población ofrece dígitos negativos, creo.

A todo esto, el retraso del juez consistió en pedir informes periciales para determinar si una niña se forma mejor, si va a ser más feliz, con un padre y una madre o con dos tortis. Y como las peritas no se tomaron el trabajo en serio, don Fernando propuso un estudio ulterior. Total, retraso manifiesto, negligencia profesional, osadía integrista, homofobia latente y resistencia a la superioridad: te quitamos de juez por diez años y para entonces estará jubilado.

Lo dicho, que un católico no puede ser juez de familia. El siguiente paso, como relata Noticias Globales es que un católico no sólo no pueda juzgar -poder coercitivo- sino que tampoco pueda hablar. Pobre de ti como critiques, no a los homosexuales, sino a la homosexualidad: te espera la condena, con un poco de suerte la cárcel.

Por cierto, insisto: ¿Cuánto tardarán, sarasas y feministas -ya saben, el feminismo siempre acaba en lesbianismo- en sentar en el banquillo a la Iglesia Católica por homófoba? Tras el caso Ferrín, el camino queda expedito.

Pero, ojo, lo que más daño le ha hecho al juez Fernando Ferrín no es la actitud del Supremo -se la esperaba- sino la de los suyos, la de los juristas católicos. Católico era el sinvergüenza -como no digo el nombre puedo insultarle, es una gran ventaja- que pronunció la redicha frase de que un católico no puede ser juez de familia. Amigo íntimo de otro renombrado jurista, católico, de derechas de toda la vida, nombrado por el partido Popular para el Consejo General del Poder Judicial, quien escribió un vomitivo -le tomo prestado el concepto a Manuel Cobo- artículo contra Ferrín, de cuyo caos se desentendió en Murcia y cuyo caso no atendió como era su obligación, en tanto que vocal del Consejo General de Poder Judicial (CGPJ).

Es la derecha pagana, muchas veces compuesta por católicos oficiales que confunden ley y conciencia, profesión con vocación y norma con moral y la gimnasia con la magnesia. Y es que lo más duro siempre es el fuego amigo.

Y esto también es bello e instructivo, porque se vuelve a demostrar que, al lado de jueces y fiscales, políticos, empresarios y editores son misioneras de la madre Teresa de Calcuta.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com