Casi no queda nadie ajeno a la sospecha: Rodríguez Zapatero tiene gafe: lagarto, lagarto. Como el ex presidente Leopoldo Calvo Sotelo (escribo con los dedos cruzados su peligroso nombre). Calvo Sotelo tiene un gran historial como presidente. En resumen, puede decirse que aprovechó un viaje a Bruselas y, en lugar de apuntar a su hija a un cursillo de idiomas, nos metió en la OTAN. Su segunda logro presidencial consistió en hundir a su partido, la UCD, en el mayor desastre electoral que se recuerda.

Pero, seguramente, Zapatero le superará. Claro que él se lo está buscando, porque, como diría mi madre: Dime con quién andas y te diré quién eres.

Vamos por partes. Que el "conseller in cap", Josep Lluís Carod-Rovira, se entreviste con Mikel Antza, el jefe teórico (un intelectual muy ‘preparao'), sin avisar a sus socios de Gobierno, da que pensar.

La justificación de Carod es genial: no, es que no acudí a la cita, en Francia, como primer ministro de Cataluña, sino como persona, yo, Josep Lluís, y como líder de Ezquerra Republicana de Catalunya. Esto de la esquizofrenia de persona y cargo da mucho de sí. Por ejemplo: uno puede pegarle una sonora bofetada a ese fulano que le cae gordo, siempre que advierta que no lo hace a título personal, sino en calidad de periodista, o de abogado, o de fontanero. Son cosas bien distintas.

¿Por qué Carod ocultó la reunión a sus próximos? ¿Estaba haciendo algo vergonzante? Y si no es vergonzante, ¿por qué se escondía? ¿No estaría realizando un pacto: tu no asesinas catalanes y yo declaro la independencia de Catalunya, y abro un segundo frente ante el pérfido Madrid? No, nunca jamás, no creería yo tal cosa de un consumado pacifista.

Ahora vamos con la otra parte. Se supone que el Centro Nacional de Inteligencia (servicios secretos españoles) siguió a Carod-Rovira y aprovechó para darle el ‘queo' al diario ABC y debilitar, en plena precampaña electoral, al gafe de Zapatero, que vaya socios que se busca. Ahora bien, si el CNI ha pillado a Carod con las manos en la masa, ¿por qué no le detiene, si no para acusarle de un delito, al menos para que informe a la policía de los pormenores de la reunión con vista a detener a Mikel Antxa? Desde el momento mismo en que el etarra se puso en contacto con él, debería haberse puesto en contacto con la comisaría más cercana. De otra forma, se convierte en connivente, colaborador necesario, por no hablar de apologista del etarra con quien acepta reunirse?

Pero, cosas veredes, Sancho. Dice el fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, que Carod no ha cometido delito alguno. Algo deleznable, sin duda, pero que la Fiscalía no va a actuar.

Vamos con el Gobierno Aznar. Tras rasgarse las vestiduras por la reunión, aún no nos han explicado por qué no se aprovechó el seguimiento de Carod para detener a Antxa (para pedir a los gendarmes franceses que detuvieran a este). A ver si va a resultar que el Gobierno español tampoco hace sus deberes, y prefiere dejar escapar a un cabecilla etarra con tal de poder utilizar electoralmente la metedura de pata del socio de Gobierno del PSOE.

En Hispanidad.com hemos repetido muchas veces que las generales de marzo serán las elecciones del nacionalismo, no de las ideas, y mucho nos tememos hacer acertado. El PP y el PSOE hablan de hechos diferenciales y de integrar en una unidad esas diferencias. Los nacionalistas hablan de hecho diferencial y quieren que esas diferencias, que consideran insalvables, se concreten en independencia política. Ambos, centralistas y nacionalistas, consideran que su postura es la que asegura la estabilidad, concepto clave, al parecer, de toda la vida política.

A todo esto, ¿qué late en el seno del hecho diferencial? Pues late algo tan tenue y, al mismo tiempo, tan grave como lo siguiente: convénzanse, el odio también puede cohesionar una sociedad. Hace mucho tiempo que los nacionalismos comenzaron diciendo: "Yo soy distinto a ti", pero ya están apostrofando: "Yo soy superior a ti". Si combinamos todo lo anterior, la conclusión es muy simple: para un nacionalista, ser catalán (o vasco, o español, o indonesio) es un anti, no un pro; es una manía, una animadversión, un odio.

Ahora bien, ¿puede buscarse la tan ansiada estabilidad y coherencia social a través del odio? Pues sí señor, es muy posible. Tristísimo, pero posible. Por ejemplo, Carod puede plantearle a ETA que no mate en Barcelona a cambio de su comprensión y apoyo político (él lo niega, por lo que esto sólo es una hipótesis de trabajo), por la misma razón por la que hay quien no defrauda a Hacienda por miedo a los inspectores, no porque crea en lo justo que es el pago de impuestos. Y los hay que respetan las señales de tráfico no por miedo a hacer daño al prójimo, sino interesados en que el prójimo no le haga daño a él.

Por las mismas, el Gobierno Popular prefiere filtrar a la prensa una reunión antes que detener etarras. Y José María Aznar prefiere escandalizarse cuando sabe que, antes o después, como dice Carod, alguien tendrá que hacer lo que él ha hecho, alguien tendrá que hablar con los asesinos etarras.

Así que esta es una historia donde no hay buenos. Todos son malos o, al menos, todos son interesados. Pero es que, además, todos andan errados dimita o no dimita, sea cesado o permanezca en su puesto Carod-Rovira (escribo antes del desenlace), está claro que el nacionalismo es una anécdota elevada a categoría por los dos bandos en liza. Una sociedad puede cohesionarse en el odio o en la libertad.

El problema es que una sociedad no puede estar unida si no responde a una misma cultura, esto es, a una misma moral (la cumpla o no, que esa es otra cuestión), esto es, a una misma cosmovisión, esto es, a una misma fe. Y si eso no se da, es inútil tratar de cohesionar a una sociedad, cada cual irá por su lado. En tal caso, imperará la estabilidad política del inspector de Hacienda, la dictada por el miedo.

No, Aznar ni Mariano Rajoy caen en la cuenta de que una sociedad como la española, donde cada 4 minutos se rompe una familia y en la que cada siete minutos se produce un aborto, es sencillamente una sociedad desvertebrada, incapaz de ilusionar a nadie. Y ese tipo de sociedad sólo se unen a la fuerza.

Eulogio López