El modo de operar del Opus Dei está en el punto de mira de este largometraje envenenado con el que Javier Fesser afirma querer criticar a aquéllos y a aquéllas que se empeñan en evangelizar y vender a los demás su punto de vista. El problema estriba en que para exorcizar sus propios fantasmas, Fesser falta al respeto a una familia real y a una niña que supo dar sentido sobrenatural a su dolor.
Tomando como base la vida de Alexia González Barros, una niña madrileña fallecida en Pamplona en 1985, actualmente en proceso de beatificación, Javier Fesser se inventa una historia que pocos puntos tiene en común con la realidad. De hecho, los personajes que desfilan por la pantalla: la madre manipuladora, el esposo sufridor de su matrimonio, el maquiavélico director espiritual de la familia, etc... rayan continuamente en el esperpento. Y es que, por si no les había quedado claro, Javier Fesser (cuyas anteriores películas: El milagro de P. Tinto y La gran aventura de Mortadelo y Filemón son astracanadas) no ha cambiado de género, porque Camino no es un drama, sino una caricatura malintencionada de un ejemplo de vida que Fesser ridiculiza, quizás porque es incapaz de imitar.
Porque, aunque el dardo envenenado está lanzado directamente a la yugular al movimiento Opus Dei, Camino también critica a los creyentes en general a los que, entre líneas, viene a considerar como unos pobres infelices que creen en la trascendencia porque lo necesitan, independientemente de que Dios exista o no. O sea, todo muy original. De ahí el paralelismo que, en el relato cinematográfico, se establece entre el personaje de cuento de Mr. Peebles y el propio Dios, rozando la blasfemia. A más a más, la niña Camino, según Fesser, tiene fe en el amor humano (se repite varias veces en la película). Así, cada vez que su madre le invoca a Jesús, la menor piensa en su amor infantil por un niño de su edad: ¿en qué estaría él pensando?
Pero, bajo mi punto de vista, lo más duro de esta película (que se regodea innecesariamente en mostrar todas las pruebas y operaciones que sufrió la niña) se encuentra en la falta de sensibilidad hacia una menor que sufrió lo indecible hasta alcanzar la paz.
Porque, como uno de los hermanos de Alexia escribió en una carta abierta a los medios de comunicación, la niña murió rodeada del cariño de los que le amaban, en clara crítica a uno de los pasajes más duros de la película cuando, en el momento del óbito de la protagonista, la gente que abarrota la habitación de la Clínica Universitaria de Navarra aplaude.
Así que en la película de Fesser no reconocerán la vida de Alexia ni la de su familia, sino una farsa llena de morbo y exageración sin límites que sólo puede entenderse como una muestra más de la mala intención reincidente en el cine español actual hacia todo lo que huela a Cristianismo.
Eso sí, si quieren conocer a la verdadera Alexia pueden encontrarla pinchando aquí.
Para: Ningún creyente, para ningún agnóstico con sensibilidad