El País dedica su contraportada del miércoles 5 a El Cristo blasfemo de Buenos Aires, una manera como otra cualquiera de publicitar la exposición blasfema que se ha hecho en la capital argentina, que llevó a un cardenal a llamar al ayuno como desagravio. Lo del ayuno está bien, aunque una querella a lo mejor hubiera resultado un complemento adecuado.
¿Por qué hace esto El País? para fastidiar naturalmente. Pero el viejo aforismo popular dice que es mejor el malo que el tonto, porque el malo descansa, y no como Haro Tecglen o Francisco Umbral, por ejemplo. Es decir, que el malo se aburre, y como no sabe qué hacer se dedica blasfemar, más que nada por lo del galleg Yo si me muero en Vigo quiero que me entierren en Pontevedra, y si me muero en Pontevedra quiero que me entierren en Vigo.
-¿Y eso por qué, Loisiño?
-Por nada, por xuder (en galego, foder).
Es lógico, el aburrimiento conduce a la blasfemia como podía conducir a hacer calceta.
Y esto es bello e instructivo. Precisamente, uno de los creadores y directivos de El País abandonó a su primera esposa porque le aburría, justamente la misma razón aducida por la segunda para abandonarle a él: le aburría. Lo cual es muy cierto, porque el principal argumento divorcista sigue siendo ese: que en la variedad está el gusto. Idéntico motivo para blasfemar: si uno se aburre, si sus profundos análisis no le interesan ni a su señora, ¿qué puede hacer sino blasfemar? Al menos, con la blasfemia se puede irritar a alguien, al creyente, que es de lo que se trata.
Y es que el tedio produce mucho estrés.
Eulogio López