No es que la Iglesia no hable para cumplir con su labor formativa y de fijación de la doctrina cristiana. Lo que pasa es que cuando dice lo que no interesa a los que controlan el discurso cultural imperante no se le escucha, se le silencia. Cuando un obispo dice algo que puede encajar en lo políticamente correcto, se le da pábulo.
Pero cuando pone el dedo en la llaga, entonces ni tan siquiera se le insulta: simplemente se le esconde. Bueno, a él y a sus palabras. Pues ahora han sido dos obispos en lugar de uno.
Empezó Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, asegurando que un católico no puede colaborar con el aborto, por ejemplo, no puede colaborar con la suspendida reforma Gallardón. Porque la reforma de Mariano Rajoy era una burla: no era provida, era abortista. Y llego a más, cuando afirmó que el PP y el PSOE son dos estructuras de pecado.
Luego fue el titular de la diócesis de San Sebastian, José Ignacio Munilla, quien ha recordado que ningún partido político presente en el Congreso de los diputados defiende la vida. Y sin derecho a la vida ni hay democracia... ni un católico puede votar al partido abortista ni ser elegido en sus listas.
Y ahora se suma un tercero, el titular de la diócesis de Bilbao, Mario Iceta: Ningún partido político presente en el Congreso defiende la vida.
Claro que la Iglesia habla: otra cosa es que no queramos hacerle caso.
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