Al final, he preferido no retocarlo. Tal cual me ha llegado se lo muestro. Pasen y lean:
El caos reina en la Argentina.
El matrimonio Atila, o lo que es lo mismo, Kirchner, se dedicó en sus años de desgobierno a esparcir la semilla abundante de odio, el caos, la inseguridad y el latrocinio.
En los últimos meses el caos social que vive la Argentina es enorme y no hay quien lo detenga. Piquetes con cientos de personas con la cara tapada (así evitan que las cámaras de televisión los identifiquen), armados ostensiblemente con garrotes, cortan las principales avenidas de la ciudad y los principales accesos. Amenazan a aquellos ciudadanos que sólo pretender ir a sus trabajos. Aterrorizan a los transeúntes y automovilistas. Reclaman ante ministerios, embajadas, empresas, no se sabe bien qué.
La inacción del Gobierno de Cristina Fernández para frenar la inseguridad es tan grande que hace pensar que lo que buscan es el caos para poder huir, con el equipaje lleno, y además ponerse en el papel de víctimas. Ya empieza a circular la especie de que hay un plan para desestabilizar al Ejecutivo. Lo del jefe de Gabinete ante un Congreso adicto fue patético. Lo cierto es que de hecho el cargo de Presidente está acéfalo, parece que nadie gobierna. Gobernar es hacer respetar la Constitución y las leyes y ellos todo lo contrario.
En la Argentina, todos los días suceden hechos que no se dan en ninguna parte del mundo violando el derecho individual y colectivo de la sociedad, como nunca antes. Si a eso se le agrega la inseguridad, la pobreza, la inflación creciente, la desocupación, el clientelismo, la violencia, las trampas, los ataques a la prensa quién puede negar que estemos frente a una situación de caos que navega en medio de olas de desprotección, de falta autoridad y de objetivos que alarma.
El retorcido Borges, decía: Mi querido Buenos Aires, no nos une el amor sino el espanto, será por eso que te quiero tanto. Al matrimonio Kirchner les pasa lo mismo, con la diferencia que ellos son el espanto.