Miguel Janer es un periodista económico español capaz de entender un balance. Si ustedes no valoran lo suficientemente este importante hecho, peor para ustedes: no comprenderán el periodismo económico español.

Ahora, junto a David Suriol, Janer ha escrito una pequeña joya titulada Ama a tu socio como a ti mismo. Los subtítulos de un libro siempre resultan mucho más interesantes que el título: Tu principal aliado en tiempos de crisis y tu principal activo cuando todo va bien.

Me ha recordado La Meta, aquel otro libro que se impuso, sin necesidad de publicidad, veinte años atrás. Obra, asimismo, de una pareja: Jeff Cox y Eliyahu Goldratt, cuyo subtítulo no era menos interesante: Un proceso de mejora continua. Ambas obras no constituyen uno de los centenares de análisis sobe liderazgo o gestión empresarial. Mejor, sí que lo son, sólo que han adoptado la forma de una novela, de una narración, se leen con más agrado que los manuales.

¿Cuál es el mensaje de la obra de Janer? Pues un concepto nuclear, no sólo en la economía, sino en la sociedad actual: el compromiso. Entre los socios de una compañía debe haber generosidad y juego limpio, pero sobre todo debe haber compromiso. En el fondo, un proyecto empresarial se parece a un proyecto matrimonial en esto. Que no se puede echar por la borda en cuanto surge el desánimo, entre otras cosas porque tanto el matrimonio como la empresa no son más que eso, un voto, y su principal perversión no es la ruptura del voto sino su omisión. Si la continuidad de un matrimonio o de una empresa depende de los sentimientos del ser humano, entonces no lo duden: ninguna pareja ni ningún proyecto tendrá viabilidad: se romperán días después de abandonar la vicaría o el notario. La fidelidad estriba en seguir adelante cuando ha desaparecido todo atisbo racional o afectivo para hacerlo.

Una sencilla razón que muchos se empeñan en ignorar. Enhorabuena, Miguel, así como a tu socio editorial: vuestro libro. Si una de las grandes virtudes de esta era de saturación informativa consiste en no escribir libros inútiles, éste merece el par de horas, no más, para leerlo y disfrutarlo.

Eulogio López

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