Parecía que últimamente la CMT estaba acertando más o menos en su gestión, pero de nuevo esta semana nos ha dejado estupefactos (para mal) con un nuevo Informe de precios de banda ancha que llega a sorprendentes conclusiones.
Que Telefónica es un incumbente caro ya no es una noticia. Parece que lo es, y eso responde a varios motivos: el despliegue de infraestructuras de banda ancha en este país es mucho más complejo que en otros, el ADSL que da Telefónica es el más fiable y el único que da la velocidad prometida, como reconocen todos los estudios de los internautas más avezados, la voz es sobre STB y no la aún poco fiable voz IP en fin. En esas comparativas cabrían mil matices, porque comparar el precio de una conexión de banda ancha con tarifa plana de llamadas no es como comparar el precio del litro de leche en los distintos países de Europa. Es diferente, es difícil y, a veces, es perjudicial. Por todo ello, pongo esos datos en cuarentena.
Pero no es eso lo que más me preocupa del Informe de CMT. Lo peor es que de él se infiere que las conclusiones a las que llega la comisaria europea Vivianne Reding, y que tanto nos apresuramos a criticar, la CMT la primera, son ciertas o están cerca de serlo. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Qué objeto tiene encargar un informe como el del regulador español, que sus cuartos les habrá costado porque se lo hace una consultora de prestigio, para acabar tirando piedras contra nuestro propio tejado? ¿En qué beneficia, en última instancia, a los clientes, que la CMT primero, y los medios después, les digan una y otra vez que pagan más que nuestros vecinos por servicios similares?
En los últimos tres años, la CMT ha bajado hasta tres veces el precio del acceso indirecto de ADSL (lo que pagan los otros operadores por revender la banda ancha de Telefónica), con rebajas de casi el 70%, y del bucle de abonado (lo que pagan por alquilar el último tramo de red y dar su propia banda ancha). Transcurrido este tiempo, ya tenemos perspectiva para ver qué ha pasado en el mercado con esas bajadas. Sencillo: nada.
Entendemos que la intención de la CMT con esas severas rebajas era incentivar a los operadores entrantes a lanzar mejores ofertas finales para el cliente, ya que han visto aumentado de forma tan espectacular su margen de beneficio. Bien, pues es evidente que no lo hacen. Todo el crecimiento del margen se lo quedan, el mercado no baja de precio, y, volviendo al Informe famoso de CMT, la conclusión es que el mercado español de banda ancha, en general, para las velocidades medias, que son las más contratadas, es casi un 12% más caro que el europeo. Y lo es por primera vez, pues en el Informe anterior estaba un 10% por debajo.
En definitiva, menos informes torticeros y más medidas concretas: la CMT debe conseguir que los realquilados trasladen las rebajas de precios al consumidor final de banda ancha.