Si a mister Gore le preocupa el futuro del planeta tierra, lo que tiene que hacer es promover la instalación de reactores nucleares en todo el mundo, que producen la energía más limpia de todas y la que menos contribuye -nada- al calentamiento global.
Si a mister Gore le preocupa la humanidad, y en concreto el segmento más pobre de la misma, lo que tiene que hacer es promover el uso masivo de la energía nuclear, hoy paralizada en Occidente… pero que aún representa el principal suministrador de energía de Occidente y que, ante todo, es la energía de los pobres, porque es la más barata.
Pero el señor Al Gore es un progresista y, por lo tanto un agonías. En lugar de eso, lo que predica es que nos apretemos el cinturón, que consumamos menos energía, lo que recuerda aquel famoso consejo del FMI durante los años ochenta, cuando les aconsejaba a los países africanos que instauraran planes privados de pensiones ante la previsible quiebra del Seguridad Social (en el primer mundo, claro, que en su egoísmo se niega a tener hijos)… para una población con una esperanza de vida de 45 años.
Entonces, ¿por qué don Al se niega a promocionar la energía nuclear? Pues muy sencillo: porque es una pieza más o menos fundamental del Nuevo Orden mundial (NOM) y sabe que ‘mundializar' la energía nuclear supone generalizar el poder nuclear que lleva aparejado. Y relanzar la energía nuclear supone, también, adoptar una filosofía de vida más vitalista, por tanto, más cristiana, y el NOM sólo tiene un enemigo: la Iglesia. La civilización cristiana es, antes que otra cosa, un canto a la vida, a la alegría de vivir y a gratitud por la existencia. El NOM, por ejemplo, propone que para terminar con el hambre en el mundo lo mejor es terminar con los hambrientos, a ser posible antes de que nazcan, y que la mejor manera de eliminar la miseria es eliminar a los miserables. Si alguien piensa que exagero, que recuerden el numerito de la señora Gore, Tipper, cuando, en plena campaña electoral para la Casa Blanca, en 2000, hacía prometer a su esposo, antes las cámaras de TV y un sumarísimo tribunal de feministas, que él era y siempre había sido un defensor del derecho al aborto, un abortista de pro. Seguramente fue allí donde don Al perdió el sentido del ridículo, aunque no haya perdido su sentido crematístico. ¡Eso nunca!
Por el contrario, la civilización cristiana defiende que el genio humano, asimismo creación de Dios, puede hacer que la tierra albergue a varias decenas de humanidades. Y si se nos llena, no se preocupen, encontraremos otro planeta. No se trata de confianza en la providencia, o la acción directa de Dios en el mundo, sino de confianza en el ese genio creador de la criatura. La tecnología del siglo X no habría podido servir para alimentar a 6.000 millones de seres humanos; la del siglo XXI permite alimentar a 60.000.
Pero vayamos al calentón mundialista -que tiene nada que ver con las concentraciones de la Selección brasileña de fútbol, sino con el presunto subidón de temperatura en el planeta tierra. Dos preguntas:
1. ¿El calentamiento existe' ¿Es tan grave?
2. ¿El calentamiento es malo? ¿Peor que el pensamiento único o idiocia programada?
O como diría Chesterton: ¿Es el calentamiento global eso que el mundo antiguo llamaba herejías y que el mundo moderno llaman modas?
En el mundo antiguo se llamaban herejías, en el moderno se llaman modas. Para responder a esas preguntas les propongo que lean dos libros divertidísimos, que acaban de salir a la calle.
Los argumentos científicos y, sobre todo, los argumentos que desmantelan el timo-mito científico están contado muy bien, pero yo me quedo con la respuesta de Bob Dylan: ¿Calentamiento global? ¡Si hace un frío de narices! No serían: observen que los medios informativos del hemisferio sur hablan más del cambio climático durante los primeros meses del año, mientras que en el Hemisferio norte el calentón ocupa muchos más titulares a partir de junio. No me extraña que Bob no haya querido acudir a mi pueblo, a Oviedo, para recoger el premio.
En cualquier caso, bastan esos dos libros para darse cuenta de la gran mentira propagandística sobre el desarrollo sostenible, y es el empeño del NOM, de la progresía mundial, de dar por cerrado el debate. Lo repiten todos: Al Gore, Greenpeace, PRISA, RTVE, ZP: el debate ha concluido -porque lo dicen ellos- ya no hay dudas sobre los hechos, ahora hay que ver cómo nos enfrentamos a ellos. Esto esperando el momento en que el NOM decida que la opinión pública ya está lo suficientemente madura para unir sus dos ideas-fuerza (muchas más de dos no tiene): el calentón global y la bomba demográfica; es decir, el cambio climático exige el aborto obligatorio y la regulación obligatoria de la natalidad. Sobre todo, de la natalidad de los pobres, que no hacen más que parir. En definitiva, un mundo feliz para salvar el planeta… a costa del hombre. Naturalmente, el planeta no está en peligro, pero es sabido que la progresía siempre parte de una mentira para llegar a una tiranía.
Y es que Cristo propone, pero el NOM impone. El NOM considera que ya existe el "consenso" -¡Peligroso concepto, pardiez!- científico necesario y que ya basta de discusiones -apenas ha habido discusión sobre la materia-. Ahora es el momento en que la humanidad obedezca dócilmente al NOM.
Por cierto, ¿qué pinta la Casa Real Española, SAR el príncipe Felipe de Borbón, a través de los Premios Príncipe de Asturias, convertido en un peón más del NOM? La progresía le alabará pero la historia le condenará.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com