A cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona.
Este principio general que expresa un gran sí a la vida humana, está puesto en entredicho y hasta ridiculizado por una propaganda dominante que se ha convertido en altavoz de la cultura de la muerte.
En este contexto, y con la delicada situación jurídica, política, social y cultural, por la que atraviesa la vida humana en España, la Iglesia Católica, aunque para muchos es molesta, retoma la bandera del verdadero progreso para ponerse al frente del derecho a la vida de todos, especialmente de los más necesitados, aquellos que en el vientre materno no pueden hacer oír su voz o quienes, en debilidad, viven el último aliento de la vida.
No obstante, defender esto está mal visto. Perece que, desgraciadamente, no es lo políticamente correcto.
Suso do Madrid
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