Gran debate sobre la corrupción en el Congreso. Rajoy empieza pidiendo perdón, más o menos, algo que según él ya había hecho anteriormente (tendré que revisar las hemerotecas). Pero el asunto ya no consiste en pedir perdón por los casos de corrupción peperos -cosa muy útil, por cierto, aunque los cristófobos no se lo crean- sino en actuar en positivo. 

En otras palabras, menos tirarse los trastos a la cabeza y más evitar la corrupción. Yo no digo que las medidas propuestas por el PP sean buenas o malas -todo ayuda- sino que no van a la raíz de la cuestión, que es la marca de Rajoy: quedarse siempre en la epidermis de los problemas.

Nuestros políticos utilizan la corrupción como arma arrojadiza

Si se quiere acabar, o al menos mitigar, con la corrupción se precisa, ante todo, limitación de mandatos en todos los cargos públicos. Acabar con los políticos profesionales. Máximo ocho años y no renovables para que no pasen de un cargo a otro. Sobre todo en el Gobierno. Decía Unamuno que él no era objetivo sino subjetivo, porque no era un objeto sino un sujeto. Pues eso, si el político sabe que tiene un tiempo limitado, que no puede perpetuarse, se lo pensará dos veces antes de corromperse. En este punto, casi toda América es hoy un ejemplo para casi toda Europa. 

En segundo lugar, Rajoy dio a entender que la corrupción no sólo afecta a políticos sino a otros sectores. No, don Mariano, es mucho más: afecta a toda la sociedad española. El problema de España es que es un país descristianizado y desmoralizado.

Ahora bien, no se trata de refugiarnos en la generalidad (no, no es una alusión). Se trata de distinguir entre corrupción y soborno, que es la corrupción de los funcionarios públicos y de los políticos. España sí está bastante corrompida pero no todos los españoles cobran sobornos, sólo funcionarios y políticos, que a esos efectos son una misma cosa... o al menos pueden serlo.

Ahora bien, el debate de esta mañana en el Congreso no va a servir para mucho. Simplemente ha consistido en lo que Felipe González llamaba el "Y tú más".

Por último, algo en lo que Rajoy sí tiene razón: a los españoles nos gusta autoflagelarnos. De ahí la sensación de que todos los funcionarios y políticos están corruptos. Oiga no, eso lo único que sirve es para que Podemos -también corrupto- crezca, para que paguen justos por pecadores y para que se homologuen las pequeñas corruptelas con las grandes y, sobre todo, con la corrupción institucionalizada... que es la que nunca paga el pato. Ejemplo: las famosas tarjetas negras de Bankia son una fruslería comparado con los créditos fallidos y dolosos de Bancaja, miembro de Bankia. Por ejemplo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com