A John McCain le llaman el des-regulador: acérrimo partidario de que los mercados financieros funcionan por sí mismos y se controlen a sí mismos. Como otros preceptos liberales su aplicación resulta más compleja.
Ahora, con un rosario de quiebras en Wall Street, todo el mundo pide que le regulen, es decir, piden que les salven... con el dinero de los demás.Pues no señor, ahora es cuando hay que ser des-regulador: si un gestor, de banco o de aseguradora, se ha dedicado a la ganancia fácil con el dinero de sus clientes, el banco debe quebrar, y no deben pagar el roto todos los ciudadanos.
¿Y que ocurre con los clientes? Pues que deberían ser más responsables y no aceptar productos especulativos. O sea, que continúen las quiebras, o sea la des-regulación.
En Estados Unidos, y me temo que en todo el mundo, se ha hecho lo contrario: se ha dejado que los tiburones de Wall Street campen a sus anchas. Muy bien, pues ahora que suspenden pagos sigamos sin regular, no les pagamos la vajilla nueva, porque ellos son los que la han roto.
¿Y los clientes finales? Los clientes finales sólo deben ser resarcidos con dinero público cuando han sido engañados sobre el riesgo que asumían.
Así que McCain es una des-regulador que tendrá que afrontar las consecuencias de su neoliberalismo.
¿Y Obama? Obama no es nada porque no dice nada ni tiene experiencia alguna en este tipo de tareas... como en tantos otros temas. Obama sólo dice que la culpa es de Bush, pero ese no parece mensaje suficiente. En su equipo cuenta con otro des-regulador, Robert Rubin, otro chico de Wall Street, que fuera secretario del Tesoro con Bill Clinton, tan des-regulador.
¿Jugamos a liberales? Muy bien, pero en la duras y en las maduras. Lo que no vale es darle vía libre al especulador cuando la Bolsa sube y luego darle el dinero del contribuyen cuando las cosas le van mal por haberse pasado de codicioso -o de competitivo-.
No: la economía precisa una regulación para evitar que el grande se coma al chico. Y la economía financiera -que o produce sino que compra y vende- y que nada aporta al bien común salvo liquidez, aunque tiene una gran facilidad para fastidiar al bien común, necesita ser ultra regulada. Porque de los beneficios del especulador sólo se aprovecha el especulador, pero sus errores los pagamos todos.
Zapatero no quiere repetir los errores de Merkel y Sarkozy.
Pocos han destacado que durante la famosa entrevista de Unión Radio (grupo PRISA) con John McCain, el candidato republicano no respondió sobre si recibiría o no a ZP en la Casa Blanca si fuera elegido presidente, pero si insistió en mencionar dos nombres propios con los que explicitó que jamás se entrevistaría: Hugo Chávez y Evo Morales. Y, por si no había quedado claro, McCain insistió en que quería entrevistarse con líderes "que tengan los mismos principios y filosofía que nosotros: derechos humanos, democracia y libertad". Vamos, que no le hace gracia que el mejor amigo internacional de ZP siga indo el tirano insultón de Caracas.
La venganza de Hillary. Poco después de abandonar la Casa Blanca, Bill Clinton decidió abrir oficina en Harlem. La verdad es que el Harlem de hoy no es el de ayer, pero todavía guarda el recuerdo de la miseria. Lo estrenó delante de las cámaras de TV y a partir de ese momento estuvo tan ocupado que apenas pudo volver al mismo, pero el despacho quedó.
No es que la política norteamericana sea una pose, o un conjunto de gastos demagógicos, pero es evidente que al norteamericano le gustan los gestos.
Hillary Clinton tuvo un gesto -debió costarle horrores- al reconocer la victoria de Obama, pero, desde entonces, anda desaparecida en combate. Los partidarios Barack Obama no quieren que Hillary asuma ningún protagonismo y alguien podría pensar que doña Hillary hace votos para que el próximo presidente se llame McCain. Así, en 2012 no hay duda de quién sería la candidata a la Casa Blanca por el Partido Demócrata.
Dos ideas sobre el bien, dos ideas sobre la libertad
"Castigarlas con un bebé si cometen un error en su adolescencia". Es la respuesta que más repugnancia me ha dado de cuantas he escuchado al candidato demócrata, Barack Obama. Sí, cuando se supo -¿por quién?- que la hija de Sarah Palin, Bristol, de 17 años de edad, estaba embarazada, Obama consideró que él no habría hecho tal cosa con su hija. De lo cual debemos deducir varias cosas: la primera, que un bebé es un castigo. Es una definición perfecta del Nuevo Orden que odia la maternidad porque odia a la humanidad. Un bebé, para un personaje como Obama, es, ante todo, una carga. Hubo un tiempo en que también él debió ser una carga para alguien, pero al parecer no se acuerda, y supongo que hoy se consideraba algo más que una carga.
Segundo. El señor Obama no quiere decirlo, porque es palabra tabú, pero lo que está proponiendo es que maten a su nieto. ¿Puede ser este personaje presidente de los Estados Unidos?
Tercero: un error. Para ser estadounidense, el candidato demócrata parece europeo. No existe el pecado, tampoco los horrores, sólo los errores. La libertad es algo parecido a una ecuación matemática. Es decir, la libertad no existe. La reacción de Palin fue muy distinta: mi hija hizo mal, ergo tiene que asumir su responsabilidad. Son dos ideas sobre el bien, pero si no se cree en el pecado tampoco se cree en la libertad.
Las palabras de Obama continúan asustándome.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com