Me he quedado muy tranquilo: Mariano Rajoy ha dicho que la manifestación del sábado 17 de octubre a favor de la vida ha sido un éxito. No lo sabía, ni tampoco sabía que el éxito fuera suyo, pero así es.

El PP ha parasitado la manifestación con ganas, exhibiendo esa hipocresía tan propia del centro reformismo progre: esa ley es mala, la del 85, asimismo socialista, pero no derogada, es la buena.

La prensa local siempre define mejor el sentir de la calle que la nacional, más burocrática y formalista, menos libre. Así, Diario de Noticias, el periodismo progre y proeuskaldún de Navarra, que vende mucho menos que su competidor, el Diario de Navarra, titulaba -en pequeño, que conste- de la siguiente guisa: La derecha se manifiesta en Madrid con la ley del aborto que no derogó. No puede haber más verdad ni más mala leche en esas palabras.

Después del 17-O se han demostrado varias cosas. A saber:

1. Si el PP sube de nuevo al poder mantendrá todas las leyes abortistas, tanto la del PSOE (ley de 2009, ley de investigación biomédica, etc.) como las suyas (RU-486, distribución de la PDD o comienzo de la matanza de embriones). Todo seguiría igual.

2. Si el PP sube al poder España no se va a recristianizar. Zapatero es un desastre pero Rajoy es tibio. Perded toda esperanza.

3. La posibilidad, tanto para los que defienden los valores no negociables de Benedicto XVI (vida, familia, libertad  enseñanza y bien común) es situar a los llamados católicos del PP -y del PSOE- ante su propia responsabilidad o acusarles de incoherencia. Porque contemplar a Bono en una beatificación de Ciriaco María Sancha y Hervás es algo que produce arcadas, las mismas que contemplar a Aznar recibiendo parabienes -bueno, no de todos- por su defensa de la vida.

La pregunta del millón es: ¿Por qué Rouco evitó acudir a la manifestación, cuando en otras ocasiones, en defensa de los no negociables sí lo ha hecho? Pues porque no quería que su imagen se uniera a la de los líderes del PP.

De hecho, creo que el papel que le resta a la Iglesia consiste en señalar con el dedo a aquellos políticos sinvergüenzas, del PSOE y del PP, que engañan al votante y utilizan las leyes de aborto para arremeter contra el contrario, cuando todos ellos están en el mercado de la muerte. No existe un catolicismo a la carta: o eres cristiano o no lo eres. El papel de la jerarquía que no debe meterse en política, sí es el de señalar a quien provoca el escándalo para evitar el escándalo. ¿Cómo puede un líder calificarse de cristiano y luego contradecir al Magisterio o no impedir al aborto? Los obispos estadounidenses niegan la comunión a católicos aborteros y el Vaticano ha sido más duro con los católicos pro-choice norteamericanos -recuérdese el portazo a Nancy Pelosi- que con los no católicos (a Obama se le recibió con mucho más entusiasmo).

La coherencia de los políticos católicos -del PP o del PSOE o de cualquier otra formación- sólo se convertirá en portada cuando se les niegue el acceso a los sacramentos, especialmente a la eucaristía. Es una media dura, pero inaplazable. De otra forma seguirán juzgando con las palabras, con la doctrina y con el electorado. Los tiempos no admiten otra cosa que coherencia.

Mi propuesta es ésta: a todo político que se diga católico y admita o fomente el aborto hay que negarle la comunión y hay que decirle al pueblo que se le niega y porqué se le niega.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com