Fue la santa torturada por su propio padre por ser cristiana. Nació en Toscana a finales del siglo II. Su padre, Urbano, es gobernador de la región. Ella se convierte en secreto al cristianismo y se hace bautizar con el nombre de Cristina por su relación con Cristo. Incapaz de convivir con los ídolos que su padre tiene en casa y menos aún de darles culto, los trocea, y da el oro y la plata a los necesitados. Su padre lo descubre. Cristina confiesa que es cristiana. Su padre, para que la gente no diga que la trata con benevolencia por ser hija, la somete a los peores tormentos. Cristina permanece firme y Urbano decreta su muerte, ahogada en el Tíber a la vista de todos. Inexplicablemente la santa se salva, pero el padre muere ese mismo día. Nombrado el nuevo gobernador y ante la conmoción que existe en la gente que él considera supersticiosa, acribilla a flechazos a la niña hasta cerciorarse de su muerte.
Ciertamente, el cristiano de todos los tiempos ha tenido que hacer sacrificios para seguir su vocación. A veces, alejarse de la familia, e incluso enfrentarse con los padres; otras, ser el hazmerreír de los que le rodean; otras, dejar atractivos tiempos de ocio y diversión; y siempre estar desprendido de las cosas de este mundo.
(Las fuentes principales, que no las únicas, de las que se han tomado los datos para redactar
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Libros: Los clásicos de siglos pasados de Santiago de
Pilar Riestra