• Es la paradoja que encierra el nuevo presidente ejecutivo, un hombre 'del sistema', para sacar a VW de su mayor crisis.
  • La crisis afecta sobre todo a la credibilidad de un fabricante que ha mentido y está asociado a ese sambenito 'hasta nuevo aviso'. Hoy  vuelve a caer a plomo en bolsa.
  • Piëch intentó colocar a Müller al frente de Volkswagen, pero se negó apelando al relevo generacional que necesita el grupo.
  • El Gobierno mete prisa para VW presente un calendario concreto y vinculante  para reparar los vehículos afectados.
  • Audi admite que 2,1 millones de vehículos con el 'software' engañoso; Skoda, 1,2 millones,  y Winterkorn ya está siendo investigado.
Volkswagen comienza a enturbiarse entre noticias, comentarios y amenazas. Tiene ya un nuevo presidente ejecutivo que sustituye a Martin Winterkorn, pero es un hombre de la casa, Mattias Müller (en la imagen), lo cual despierta recelos. Las acciones vuelven a caer con fuerza en bolsa este lunes (un 9%) y ya han perdido  la cota de los 100 euros por título. ¿Puede afrontar un hombre de la actual dirección del grupo -era hasta el viernes presidente ejecutivo de Porsche- la gran reestructuración que necesita la multinacional? Está en juego, como él mismo ha reconocido, la confianza y transparencias perdidas por el grupo. Volkswagen ha hecho trampas, ha mentido -es lo que está en la opinión pública internacional- y va a salir escaldada del apuro. No es un secreto, además, que pesa en contra de Müller, el mismo argumento que pesaba antes de que Winterkorn dejara el cargo: la multinacional necesitaba antes del escándalo un relevo generacional -el dimitido Winterkorn ya estaba en ello- y avanzar para que no todo en el grupo pase única y necesariamente por la planta germana de Wolfsburg. Dicho de otro modo, lo que se estaba pidiendo al fabricante, desde dentro también, es que tuvieran más peso los equipos directivos de las principales áreas de distribución para decidir qué modelos se vender, de qué modo y con qué volumen. De ahí la paradoja del nombramiento de Müller, de 62 años, que tiene ante sí la ardua tarea de sacar a la compañía de la mayor crisis de sus historia. Es el hombre de poder en Volkswagen que necesita matar el gusano que ha infectado a la multinacional para que la multinacional vuelva a funcionar con otros parámetros. Una especie de Mijail Gorbachov en la Unión Soviética: un hombre del viejo sistema para imponer uno nuevo. Y, paralelamente, tendría que ceder, desde el poder, una parte de ese poder que se concentra en Wolfsburg para sanear la empresa. Es lo que el diario germano Die Welt califica como el problema en la megalomanía alemana de Wolfsburg. Es más, a principios de este año, Ferdinand Piëch, entonces todopoderoso presidente del Consejo de Supervisión de VW, intentó que Müller tomara las riendas de Volkswagen y lidiar con el escándalo que vendría más tarde, pero Müller dijo que no, precisamente: "Tengo 62 años, el grupo necesita sangre joven y no formo parte de ese recambio generacional", dijo en marzo en el Salón de Ginebra. Después llegó el enfrentamiento entre Piëch y Winterkorn, en una guerra que le dio todo el poder al segundo. El Gobierno alemán, mientras, ha exigido a Volkswagen que se dé prisa y que el 7 de octubre presente un calendario concreto de cómo va a reparar la manipulación en las emisiones de gases contaminantes. De no hacerlo, pondrá en riesgo el derecho a circular y comercializase de los vehículos afectados. En otras palabras, el Ejecutivo de Merkel, consciente del daño que la multinacional ha hecho a la industria alemana -al cuidado made in Germany- quiere medidas concretas, vinculantes. Es lo mismo que ha puesto en marcha Suiza, el primer país que se ha lanzado a la yugular de VW, suspendiendo la homologación de los vehículos afectados hasta nuevo aviso. Todo se agrava cuando se ha conocido que el proveedor Bosch ya alertó por escrito a Volkswagen en 2007 que el software que empleaba para manipular las emisiones era únicamente para pruebas y no para su uso en carretera, que sería "ilegal". Pero el fabricante hizo oídos sordos. Hizo lo mismo un empleado de la propia compañía cinco años más tarde, en 2011. Paralelamente, la Fiscalía de la ciudad germana de Brunswick, en Baja Sajonia, está investigando ya al ex presidente ejecutivo, Martin Winterkorn -lo ha anunciado este lunes-, por "las acusaciones de fraude por la venta de coches con emisiones manipuladas". El Estado de Baja Sajonia posee el 20% de Volkswagen. De los 11 millones de vehículos sospechosos que ha reconocido el fabricante germano, cinco son de la marca Volkswagen y el resto de otras marcas y unos 2,8 millones de esos vehículos han sido vendidos en Alemania. Este lunes, las filiales Audi y Skoda han reconocido que pusieron en venta unos 2,1 millones de vehículos y 1,2 millones, respectivamente, con mismo software engañoso. En el caso de Audi, más de 1,42 millones de automóviles están en Europa Occidental (577.000 de ellos en Alemania) y 13.000 en EEUU. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com