Ningún político se atreve a decir que es debido a la pornografía ambiental y al fomento de la rijosidad.
Las violaciones se disparan en España, aseguran las estadísticas. Podríamos decir que lo que se dispara en España es la lascivia, así como la pornografía en Internet y en los medios informativos. Más, ¿quién se atreve a levantar la voz contra la pornografía cotidiana? Sería una muestra imperdonable de espíritu cavernícola, quita, quita. ¿O es que, acaso, casi todos los humoristas y los graciosillos de TV, en horario de máxima audiencia, no tienen otro tema que el sexo?
Los mismos periódicos progresistas, tanto de izquierdas como de derechas, que claman contra la sentencia de La Manada y la opresión a la mujer, se lucran con los anuncios de prostitución organizada.
Los mismos periódicos que claman contra la sentencia de La Manada ganan dinero con los anuncios de prostitución
Aún más, la banalización del sexo y de la familia ha llevado a que ningún político se atreva a clamar contra la pornografía ambiental, obsesiva, ni contra el fomento de la rijosidad, empezando por las leyes. Y más: todo el mundo sabe, que la fiesta de San Fermín, donde acudieron los de La Manada, con su muy liberadora ingesta de alcohol o sin ella, llevan muchos años constituyendo un escenario de falta de respeto a la mujer. O los propios modos de vestir. La vestimenta de muchas mujeres de hoy escandalizaría a las cabareteras de hace 25 años. Y sinceramente: si no quieres que te juzguen por tu inteligencia y no por tu trasero, muestra tu inteligencia, no tu trasero.
En definitiva, aumentan las ofensas contra la mujer porque nadie se atreve a decir lo que está bien y lo que está mal. Sólo se habla de consentimiento mutuo, aunque sea para una aberración, con ellos y en ellas, con ambos sexos luchando por ver cuál es más rijoso.
En la España de hoy, nadie se atreve a decir lo que está bien y lo que está mal
Y, también, porque lo políticamente correcto consiste en el lavado de cerebro feminista, al que el sexo descarnado, banalizado y, por tanto, siempre anti-femenino, le importa un bledo. Lo que quieren las militantes feministas, que se multiplican en número por semanas, es vengarse del varón.
Sin embargo, nuestra clase política se rasga las vestiduras ante el aumento de las violaciones en España. Y muchos que no figuran entre la clase política, también. Cuidado, porque, a lo mejor, los españoles -y las españolas- hemos caído en un pecado mucho más grave que la lascivia: la hipocresía.
Todavía hay algo peor que la España rota o la España roja: la España ciega.