Ya hemos advertido contra la nueva majadería progresista, que se puede resumir así: la pandemia del coronavirus es consecuencia del cambio climático. Todavía no hemos dado el siguiente paso: la pandemia es cosa del machismo, o quizás, de los curas… pero estamos en ello.

Pero cuando ya me he quedado profundamente afectado es cuando he visto a José María Carrascal, el veterano periodista, practicar la misma tesis en la tercera de ABC. Como buen escribano apunta pero no dispara: conoce bien la frontera del ridículo. No obstante, Carrascal, a quien por su argumentos retorcidos algún malvado colocó el apelativo de “Carrasclás” nos recuerda que los hacinamientos ciudadanos tiene mucho que ver con la transmisión del virus.

Y esto es bello e instructivo. En efecto: de este coronavirus sólo sabemos que se trasmite persona a persona. Si todos los habitantes del planeta fuéramos anacoretas no habría transmisión, no habría Covid-19. 

Por cierto, ¿quien tiene la culpa del cambio climático y, por tato, del coronavirus, según Carrascal? Acertaron: el hombre… que es el que ha constituido las ciudades hacinadas, el depredador la naturaleza y, así en general, el ser viviente con peor mala uva de todo el sistema solar. Considerando que es el único ser racional también esto es cierto; en efecto, la mala leche no está la alcance de los animales irracionales.

Carrascal me ha convencido. El cambio climático y el consiguiente calentamiento -sobre todo el mental- de la humanidad provoca coronavirus. Como diría Fernando Simón, la ciencia camina despacio pero, no lo duden, de vez en cuando surgen personajes que saben interpretar los cambios y dar pasos de gigante.

Eso sí, no se trata de encontrar soluciones sino culpables. Para el coronavirus ya lo hemos conseguido: el culpable es el cambio climático, y probablemente los machistas y los cristianos.