El fundamentalista turco con corbata, Recep T. Erdogan, ha decidido enviar tropas a Libia para apoyar al presidente del Gobierno de Trípoli, Fayez Sarraj, que pelea con el general Jalifa Hafter (no se me pierdan con los nombres, por favor).

Aunque claro, es para perderse porque el uno anda por Trípoli y el otro por Brindisi pero no se olviden que, en ambas capitales, así como en todo el país, operan los yihadistas: los pobres se han quedado sin jefe supremo desde que cayera la cabeza del Estado islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, personaje muy conocido en el mundo mundial, por su afición al degollamiento.

Pues ahora resulta que Erdogan enviará tropas turcas para respaldar a Sarraj mientras Putin, ya veremos si con tropas sobre el terreno, apoya a Hafter, que no es un bróker de Nueva York sino un señor de la guerra de Gadafi… que encima tiene muy mala uva.

O sea, en el siglo XXI vivimos lo que el Papa Francisco calificó como Guerra mundial por etapas. El mundo vive un estallido de conflictos en los cinco continentes (creo que se salva Oceanía, más que nada porque son dos islas). Es una guerra por trocitos.

Y lo más 'gracioso' del caso libio es que ya no se sabe quién se enfrenta con quién y sobre todo por qué

Ahora bien, ¿cuál es la clave de esta guerra por etapas? Pues es muy sencillo: para distinguir entre buenos y malos en los conflictos bélicos actuales guíense por este termómetro: buenos son los que respetan la libertad de culto de los cristianos. Y esto por la sencilla razón de que todos estos conflictos, en apariencia tan lejanos, distintos y distantes, tiene un punto común: la persecución decretada contra los cristianos, la cristofobia.

Ejemplo: Bashar al Asad no es un santo, era un autócrata, pero respetaba a los cristianos, así que estos se han puesto de su parte en la guerra y él se ha mantenido en el poder. No me extraña que los cristianos hayan apoyado a Al Asad: peleaban contra el fanatismo islámico y respetaba a los cristianos, aunque el cristiano de Occidente ni se haya enterado.

Con distinta cara y utilizando diversas vías, al fondo sólo hay eso: cristofobia. Es el elemento común de la tercera guerra mundial… por trozos, por etapas.