Día contra la violencia de género. En mi caso, coincide con la historia de un amigo muy querido que se acaba de separar tras un año soportando a una esposa que le humillaba, robaba, gritaba, insultaba, injuriaba, empujaba, escupía, le echaba el humo del cigarro en la cara, le humillaba delante de sus hijos e incluso le orinaba en los pies para tacharle de cobarde. Sí, han leído ustedes correctamente.

Por supuesto, a esos niños les alimenta el padre -para las feministas, maltratador-, el mismo que pagaba la hipoteca, los gastos del hogar… mientras ella se dedicaba a hacer caja y acusarle de violencia psicológica.

Por cierto tiene gracia que las feministas acusen al varón de violencia psicológica, como si la mujer no pudiera practicarla. Porque recuerden, si la mujer no sabe practicar la violencia psicológica es que la mujer es idiota. ¿Verdad que no es así?

Y como lo tengo muy próximo con el caso de mi amigo, escuchar hoy miércoles 25, día contra la violencia de género, las habituales pavadas contra la lacra o las lágrimas de cocodrilo de Irene Montero refiriéndose a las feministas -¡Qué bueno que viniste!- pues mire usted…

Ha sido un año largo. Mi amigo ha tenido que estar soportando provocaciones y sin poder responder, porque cuando la mujer injuria al varón no pasa nada, pero si es el varón el que responde acaba en prisión por la mera acusación de la mujer y sin diligencia policial alguna.

Se trataba de que mi amigo perdiera los papeles -yo los habría perdido porque hay que ser el santo Job para superar tantas humillaciones- y cometiera un error, un solo error.

Porque así funciona la tan alabada ley contra la violencia de género, aprobada por unanimidad en el parlamento, aún hoy sólo negada por Vox.

Repitamos: no les matan por ser mujeres -¿por qué iban a hacerlo?- les matan por ser su mujer.

Repitamos: la violencia en la pareja se produce cuando el odio, o el hastío, ha sucedido al afecto. Y claro que hay más muertas que muertos por violencia en el hogar: cuando surge el enfrentamiento cada sexo emplea sus mejores armas: el varón, la fuerza bruta. La mujer violenta tiene otras armas. Por ejemplo, las antes reseñadas. Es decir, la violencia no es patrimonio del varón.