Entramos en la recta final del año para dar paso a un 2024 que además de incierto no se presenta nada halagüeño, económicamente hablando. Así lo están repitiendo todos los organismos, públicos y privados, en sus previsiones actualizadas: el presente ejercicio será algo mejor de lo esperado -tocamos madera- y 2024 será incluso peor de lo que pensábamos.

En esta línea, Luis de Guindos insistió este miércoles, durante la presentación del Informe de estabilidad financiera de noviembre, en advertir del impacto que tendrá a lo largo y ancho del próximo año los tipos de interés, fijados en el 4,5% por el BCE para luchar contra la inflación, que continúa por encima del objetivo del 2%. Y es que, según el número dos del BCE, los efectos de esa subida -la más veloz de la historia- todavía no se han trasladado al cien por cien a la economía real.

De esta manera, los tipos elevados, según Guindos, tendrán un mayor impacto en los hogares, las empresas y también los gobiernos con deudas elevadas. Les será más difícil devolverla. Hablamos especialmente de los gobiernos que, como el español, no sólo no ha reducido la deuda sino que la ha seguido aumentando.

Lo que debe hacer Europa en general y España en particular es apretarse el cinturón, esto es, reducir drásticamente el gasto público. El problema es que eso no vende de cara a la ciudadanía, como diría Sánchez, para quien la política económica consiste en repartir subvenciones, es decir, en aumentar la deuda pública que en septiembre alcanzó los 1,578 billones de euros, un nuevo récord histórico. Y esto en un país que lidera el desempleo en Europa, por mucho que Yolanda Díaz nos venda lo fantástica que ha sido su gestión.

2024 todavía no ha comenzado pero ya se le está poniendo cara de recesión.