Es costumbre que las banderas ondeen a media asta en los cuarteles o edificios del Ministerio de Defensa durante los días de Semana Santa. El ministro encargado da la orden y, desde las 14.00 horas del Jueves Santo hasta las 00.01 horas del Domingo de Resurrección, la bandera de España cae en señal de duelo, o al menos así era hasta que Margarita Robles llegó al mando. “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, afirmaba la ministra.

Cumple el PSOE con aquello que criticaba en la oposición -separar la religión y la política-, en mayor o menor medida. Y es que Pedro Sánchez pedía un “Estado laico ya”, al tiempo que felicitaba el mes del Ramadán a los musulmanes; mientras, en Navidad el presidente se olvida de los cristianos. Resulta que no es cuestión de religión, sino de ir contra la Cruz.

Ahora bien, la cristofobia del Gobierno Sánchez va más allá de una bandera a media asta: pretenden asfixiar a la Iglesia económicamente y, de paso, robarle utilizando las inmatriculaciones como herramienta. Lo primero se consigue gracias al Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), un gravamen que tampoco pagan las ONGs, fundaciones, los partidos políticos, etc. No obstante, debido al carácter histórico de la Iglesia, este impuesto supondría afrontar unos pagos altísimos que no se puede permitir. Respecto a lo segundo: volvemos a las desamortizaciones. Recuerden el reciente caso de la catedral-mezquita de Córdoba: Carmen Calvo quería reclamarla como bien público, aunque años antes afirmaba que era propiedad "de la Iglesia católica" (Calvo dixit)... aunque claro, por entonces Sánchez no era presidente y como bien claro nos dejó la vicepresidenta, ellos "responden por la posición del Gobierno..., no de la oposición, "que es la que es".