De entrada, todo impuesto es malo. No deja de ser una confiscación lamentable contra la propiedad privada. Ahora bien, el IVA, o impuesto sobre el consumo, a pesar de la aversión bobalicona que hacia él siente la izquierda, es el más justo de todos los impuestos: a la gente hay que juzgarla por lo que gasta, no por lo que gana, porque en una sociedad moderna todo ahorro se convierte casi automáticamente en inversión.   

Que las multinacionales paguen donde ganan, no en su sede social, en semiparaísos fiscales

Pues bien, la OCDE, con Ángel Gurría al frente, pretende precisamente eso: que las multinacionales, especialmente las tecnológicas, especialmente las GAFA (Google, Amazon, Facebook, Appel) paguen impuesto sobre el beneficio en aquellos países en los que lo ganan, no en el país donde tienen radicada su sede fiscal. Y no hablo de paraísos fiscales, hablo de países muy democráticos y europeos como, por ejemplo, Irlanda y Holanda dos semiparaísos fiscales que atraen a estas empresas con tipos impositivos más bajos que los de los países de su entorno, incluidos sus socios europeos. 

Ángel Gurría aporta un acuerdo internacional de los 24 países más ricos del mundo para no jugar sucio: cambiar IVA por impuestos de sociedades. Acuerdo que se extendería a otros 130 países del mundo.

Al final, la doctrina es esta: a la gente no hay que juzgarla por lo que gana, sino por lo que gasta

La idea fue de David Cameron, que alguna buena idea tenía que tener: le dijo a Apple que tendría para pagar impuestos según lo que vendiera en el Reino Unido, no según los beneficios que ganara de las ventas en el Reino Unido…  computadas en la sede social de Irlanda. En suma, cambiaba el impuesto de sociedades por IVA. Y tenía toda la razón.

El miércoles 9 de octubre, Gurría lanzaba oficialmente ese sobre-impuesto del 3% de la facturación -en ese porcentaje está el consenso- para llegar a 130 países. No estaría mal. De esta forma, los GAFA, por ejemplo, dejarían de burlarse de países como España. Una verdadera revolución, la revolución OCDE o revolución Gurría.

En el fondo, lo dicho: a la gente no hay que juzgarla por lo que gana, sino por lo que gasta. Y el Estado juzga y clasifica a la gente según la fiscalidad que le impone.