La Junta General de Repsol ha aprobado por mayoría abrumadora todos los acuerdos propuestos, pero ha tenido dos frentes: las intervenciones de los dos principales ejecutivos, por un lado, para defender las fortalezas y momento de la petrolera y, por otro, los accionistas, unánimes salvo en una intervención para pedir la mejora del dividendo. Por tres vías, en concreto: por cantidad -el añorado y no cumplido euro por acción-, la supresión de la fórmula del scrip dividend, y el pago de un dividendo extraordinario por la venta a CVC del 20% de Gas Natural Fenosa.

El presidente, Antonio Brufau, sin embargo, ha resistido la presión a las tres opciones. Ha tomado como ejemplo los 3.800 millones por la venta de GNF para explicar el resto. De extraordinario, nada, porque esa suma servirá para aumentar la caja y que Repsol pueda generar con ella el valor suficiente como para llegar “a ese euro por acción y más en el futuro”.

No deja de ser un brindis al sol, sin compromiso concreto, al que ha admitido que no se pudo llegar en su día -bajó, a 0,8- por la compra de la canadiense Talisman.”Espero que nos entiendan”, ha dicho, además de recordar al resto que la opción de scrip dividend es libre -también conveniente para Repsol- para elegir entre acciones o efectivo.

También ha pedido un tiempo, a la espera de la presentación, en junio, del plan estratégico, que permitirá o no recuperar el compromiso del euro por acción.

Brufau ha aprovechado su intervención para repasar el pasado reciente y los retos medioambientales para la petrolera, como un esfuerzo más para combatir el cambio climático de acuerdo con el Acuerdo de París.

Ha sido crítico, no obstante, con un “cierto ilusionismo” con el coche eléctrico, que no será una opción competitiva antes de 2025. Es, desde luego, una oportunidad y Repsol no va a estar fuera, pero le faltan muchos retos tecnológicos que superar, como la disponibilidad de cobalto o la emisión de gases contaminantes por la fabricación de las baterías.

No ha sido la primera vez que se refiere a esta cuestión en una junta. También en otras ha sido blanco de sus críticas. Esta vez, ha destacado las dudas que suscitan las cuantiosas subvenciones europeas que recibe la industria alemana del motor. Hay que preguntarse, ha dicho, si retornarán después, cuando esas empresas ganen miles de millones de euros con la comercialización de esos vehículos.

Las ayudas públicas son un problema para Brufau -se pagan con los impuestos directos e indirectos de los ciudadanos- cuando la empresa privada puede asumir ese coste. De lo contrario, se rompe el “equilibrio social”. Ocurre ahora con las subvenciones a la compra del coche eléctrico, que caen en las personas con más poder adquisitivo, no en el que los desfavorecidos.

Encima, con el mismo coste que supone la subvención a uno de esos vehículos se podrían renovar entre siete y coches coches de combustión, lo que eliminaría más el efecto contaminante.

Por eso ha “cierto ilusionismo”, mientras el gas natural y el petróleo seguirán aportando una parte “muy importante” de los recursos en la transición energética, al tiempo que las energías renovables son cada vez más competitivas, especialmente la solar, algo que nadie hubiera sospechado hace tiempo.

En la misma línea se ha pronunciado también el consejero delegado, Josu Jon Imaz, al señalar que Repsol está preparada para la transición energética. Imaz, no obstante, se ha centrado en los resultados delo primer trimestres y aspectos más técnicos para un crecimiento sostenible de la compañía, compatible con la generación de valor para los accionistas.