El Departamento de Salud de Canadá anunció que el número de canadienses que terminaron con sus vidas mediante la eutanasia y el suicidio asistido aumentó en un 17% el año pasado, recoge Aciprensa.

La viceministra adjunta de Salud de Canadá, Abby Hoffman, reveló que el año pasado 7.595 personas recibieron “muertes con asistencia médica”, una cifra que equivale al 2,5% de todas las muertes registradas en Canadá en 2020.

Esta cifra representa un aumento significativo de muertes por suicidio asistido y eutanasia en comparación al 2019, pues en ese año murieron 5.631 personas, que representaron el 2% del total de muertes en el país.

Desde que se legalizó la eutanasia en Canadá en 2016, cada año ha aumentado el número de personas que han solicitado y recibido el letal procedimiento.

En total se registraron 9.300 solicitudes de eutanasia por escrito, de las que el 79% se llevaron a cabo. Hoffman declaró que 50 personas cambiaron de opinión después de solicitar la muerte asistida y retiraron su solicitud. Además, dijo que en muchos casos los pacientes murieron antes de que se le pudieran administrar los fármacos letales.

La viceministra Hoffman dijo que la mayoría de personas que murieron por suicidio asistido o eutanasia tenían acceso a cuidados paliativos o habían recibido cuidados paliativos, pero aun así optaron por terminar con sus vidas.

Insistimos: los países donde está legalizada la eutanasia -Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia y recientemente, también, España-  han traspasado la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo. Y por eso es de ley natural.

En estos países está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia sin su consentimiento.