Es el gran pacto, ya acordado antes del debate del lunes 4 y siempre pendiente, eso sí, de que el PP suba lo que aseguran las encuestas: entre 95 y 100 escaños y se consolide como alternativa.

El pacto consiste en que Pablo Casado permitirá, con su abstención -por cierto, podría no bastar- un gobierno monocolor del PSOE, presidido por Pedro Sánchez.

Lo cierto es que la única mayoría parlamentaria que dan las encuestas es la de la gran coalición.

El PP permitirá que Sánchez legalice la eutanasia, mantenga el lavado de cerebro a los menores con la ideología de género y el guerracivilismo de la memoria histórica

Eso sí, el asunto tendrá un precio que, ya les adelantó, algunos socialistas no están dispuestos a pagar o, al menos, pueden jugar al equívoco.

Las exigencias de Casado se resumen en dos:  

1.Mano dura con los nacionalismos, sobre todos con los catalanes, pero también con los vascos, otra vez, montaraces.

2.Menos impuestos. Es decir, el hachazo fiscal que prepara Pedro Sánchez.

¿Y el resto? El resto le importa poco a Casado. No pondrá pegas al lavado de de cerebro que preparan los socialistas con los niños en materia de ideología de género. Tampoco pondrán trabas a la eutanasia, ni a la memoria histórica, ni tampoco a la persecución religiosa iniciada con la exhumación de franco.

 El PP quedará como un partido por la estabilidad. Nadie sabe qué significa eso pero es el concepto de moda

Lo único que le interesa a Casado es aparecer como el estadista que ha permitido la estabilidad, por fin, la estabilidad política -aunque nadie sepa qué es eso de la estabilidad- y le permita reafirmarse como líder de la oposición y alcanzar la Presidencia en cuatro años.